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Ruedo: Una corrida inolvidable

Miércoles, 08 May 2013    México, D.F.    Heriberto Murrieta | Opinión   
La columna de este miércoles en Récord
La corrida del pasado primero de mayo en Aguascalientes es de esas que reafirman nuestra afición, partiendo de la base de que los toros de Montecristo dieron espectáculo porque resultaron, en mayor o menor medida, bravos y encastados. Y es que los animales con estas características ponen a prueba a sus lidiadores y despiertan interés en los tendidos. Además, no desmerecieron en cuanto a presencia. Si acaso, al toro blanco lidiado en tercer lugar le faltaba remate, pero su infrecuente capa lograba "taparlo".

El toro de la tarde fue el que abrió plaza. No consiguió El Pana hacerse de él. Sin embargo, el veterano diestro le dio algunos pases sueltos de buen sabor, embarcando adelante y cargando la suerte con las piernas aspadas y la figura encorvada. Inevitablemente, llegó la cornada. A la salida de un molinete invertido, Rodolfo se atoró con su muleta y cuando quiso alejarse, el toro lo prendió. Yacía en la arena cuando el animal lo levantó con otro certero derrote. Lo que pasa es que ya no tiene piernas para irse.

Sus movimientos se han alentado por razón natural y el toro demanda presteza y una cierta agilidad. El hombre que el año pasado llegó enfermo al patio de cuadrillas de la Monumental con aspecto macilento y desastrado, esta vez se encontraba en buenas condiciones, no obstante que el día anterior había sufrido un puntazo mientras ensayaba en la ganadería de Manolo Espinosa e hijos. Pero aún así se le negó el triunfo y la cuenta de percances subió a veinticinco. Una raya más al tigre.

Enseguida apareció Morante con un vestido vainilla y azabache. Antes de ponérselo, lo encontré por la mañana con ropa deportiva, la melena crecida y esponjada. Tiene un dejo de timidez y la mirada afable de quien proyecta paz interior. Su trato es encantador y algo bucólico. El traje de torear le echa años encima. Verlo al mediodía matando el tiempo en una mesa de la sencilla terraza del hotel Gran Alameda, es una escena que no tiene precio. Una "estrella" de la televisión no podría darse ese lujo. Un personaje fuera de serie como Morante, sí.

La bravura seca de un montecristo permitió al ídolo de los diletantes demostrar que un torero de profundidad no siempre necesita al toro "a modo" para poder lucir. Su arte está sustentado por la técnica, el valor y como se pudo apreciar, por el poderío. ¿Se pueden pedir más cualidades en un torero?

Junto a dos alternantes de acusada personalidad que son distintos a los demás, no desmereció el pujante Juan Pablo Sánchez. El joven hidrocálido se pegó un arrimón con el sexto de la tarde, que se le frenaba en los viajes y lanzaba temibles hachazos. Tragó en pases cuya terminación era impredecible, se dejó rozar la taleguilla por los amenazantes pitones, clavó los pies en la arena y si no pincha, hubiera conquistado un triunfo rotundo.

Novedad literaria

Ya está circulando el libro "Aguascalientes, tierra de toros y toreros", donde Ricardo Torres escribe sobre cada uno de los 44 matadores que ha dado hasta el momento la llamada "tierra de la gente buena". Sorprende el dato que aporta: sólo quedan 8 ganaderías en su territorio.

Ricardo, hijo del matador del mismo nombre y de la periodista taurina Rosita Rivera, tiene muchos años de experiencia en la publicación de trabajos editoriales. Su inconfundible voz es de las primeras que escuchamos en las transmisiones de radio desde la Plaza México, allá por los años setenta. Enhorabuena.


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