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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 27 Ene 2022    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
"a la exigencia de tolerancia por parte de los políticos..."
El lunes pasado el senador Pedro Haces entregó un informe al diputado del partido verde, Jesús Sesma, presidente de la Comisión de Bienestar Animal del Congreso capitalino, en el que se explica el impacto que ocasionaría la prohibición de los festejos taurinos en la Ciudad de México.

La argumentación principal de dicho documento es muy sencilla: prohibir la Fiesta Brava representa la desaparición de miles de puestos de trabajo, una situación que afectaría la economía de muchas familias, motivo por el que los legisladores de esa comisión deberían hacer un análisis más racional –y menos emocional o de gusto personal– antes de haber tomado una decisión a la ligera, que afecta a tantas personas.

Al margen de otros argumentos de peso para defender a la tauromaquia, algunos de ellos respaldados por la Constitución Mexicana, como son el derecho a la cultura, al trabajo, o al desarrollo de la libre personalidad, no hay que perder de vista un aspecto muy interesante en el que merecería la pena profundizar.

El filósofo Francis Wolff, en su libro "50 razones para defender la corrida de toros", explica lo siguiente en uno de sus apartados: "De unos 200 mil animales que viven actualmente en las ganaderías destinadas a la lidia, sólo el seis por ciento muere en el ruedo".

Esto quiere decir que ese porcentaje que se sacrifica en las plazas (en vez de ir directamente al rastro, su destino final para el consumo humano), no sólo justifica la existencia de la totalidad de la cabaña brava, sino la preservación de una especie y de su hábitat, así como de la derrama económica que genera y el rasgo de identidad cultural que representa para determinadas personas.

¿Acaso no estarían dispuestos los legisladores a tolerar el sacrificio público de ese reducido porcentaje de machos para que el espectáculo subsista, incluidos los beneficios que genera a un sector de la comunidad?

Según el diccionario de la Real Academia Española, la palabra "tolerancia" significa "respeto o consideración hacia las opiniones o prácticas de los demás, aunque sean diferentes a las nuestras". De este enunciado se esperaría que, para legislar, la palabra "tolerancia" debería de regir en todo momento el raciocinio de los políticos.

La diversidad de pensamiento está obligada a ser respetada, y aquí se traduce en una forma diferente de sentir, tanto del aficionado taurino como del que no le agradan los toros. Desde luego que ninguna de las dos maneras de sentir o pensar es mejor que la otra; simplemente son diferentes e igualmente valederas. Y es el respeto a dicha condición, lo que los legisladores tendrían que reconocer para no vulnerar los derechos de una parte de la sociedad.

Por tal motivo, el discurso de la defensa de los toros debería de estar enfocado a la exigencia de tolerancia por parte de los políticos y también de los antitaurinos, claro está, pues ahí reside la clave de una democracia que se precie de ser madura y equilibrada. 


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