El sevillano se lució con suaves lances a la verónica ante el bonito berrendo en cárdeno corrido en quinto turno, un toro que no era fijo al que luego le dieron un puyazo bien dado. Ejecutó un quite por verónicas abriendo el compás, y durante el segundo tercio clavaron con gran precisión Héctor García y Ángel González, que fueron llamados a recoger la ovación en el tercio.
Conocedor de los terrenos, Borja hizo gala de dominio y sitio ligando una gran faena sujetando al toro, que se escupía de la muleta, mientras la gente se entregaba al diestro. Varios adornos finales gustaron a la gente. A la hora de matar señaló un pinchazo, seguido de estocada trasera, y ondearon los pañuelos en el tendido y se le concedió una oreja, mientras había una ligera petición de la segunda.
Sin embargo, un subalterno de su cuadrilla, descaradamente se colocó frente al palco de la autoridad pidiendo que fuera concedido un segundo trofeo, y lo peor de todo es que el juez cedió y se la dieron. Estas prácticas en nada benefician a la Fiesta Brava, y no hablan bien de quienes las llevan a cabo.
El primero toro de su lote, notoriamente de menor presencia que el quinto, pero a cambio empujó en el peto durante la única vara que recibió. Una vez transcurrido el tercio de banderillas, Borja brindó al público y empezó doblándose con gran técnica y durante su labor el ejemplar perdió las manos, no obstante hubo buenos muletazos a lo largo del trasteo con ambas manos. Un espadazo desprendido hizo doblar al toro con prontitud y, tras una ligera petición de oreja que no fue atendida por el juez de plaza, el sevillano dio la vuelta al ruedo.
A Isaac Fonseca le correspondió el toro más hecho del encierro, aunque no mostró fuerza de salida y se cayó durante la labor capotera del michoacano, provocando algunas protestas del público, que se terminaron en cuanto el toro acudió con prontitud al caballo en la suerte de varas.
Isaac brindó al público para comenzar su faena en los medios con tres impecables cambiados por la espalda de rodillas, que hicieron rugir a la plaza. Siguió su faena en el mismo terreno con muletazos llenos de emotividad provocando el grito de "¡torero, torero!", pues su tauromaquia le llega con fuerza a la gente. El moreliano entró a matar con su peculiar tranquillo, dejando una estocada honda y tendida, pero de efectos fulminante, por lo que recibió las dos orejas de su enemigo.
Delante del sexto, un toro con mucho peso y poca cara, Fonseca se vio en la necesidad de bregarlo para meterlo en el capote. El picador le dio tres puyazos sin gran acierto, más bien fueron enmiendas del anterior. Con las banderillas, brilló Gerardo Angelino, que se ganó una salida al tercio.
El inicio de la faena fue trepidante, mediante dos cambiados por la espalda de rodillas. Acto seguido se incorporó para continuar su labor, en la que continuamente buscaba ligar las embestidas con un toro que, como otros de sus hermanos, salía suelto de la muleta. Mató con prontitud y fue ovacionado.
Consciente de la responsabilidad, Calita se fue a los medios decidido para recibir a su primero con una larga cambiada de rodillas en los medios. El toro lo arrolló sin consecuencia y más tarde toreó bien a la verónica.
El trasteo fue con notoria voluntad por parte del diestro, que trató de obligar al toro a repetir sus embestidas en series por los dos lados, interrumpidas de pronto porque el animal perdía las manos. Cabe destacar la calidad y largueza de sus naturales. Al momento de perfilarse para entrar a matar el público hizo un silencio expectante, y Calita pinchó dos veces antes de colocar una estocada defectuosa que fue suficiente.
Muy rajado fue su segundo toro y desde que se abrió de capote, el torero mexiquense trató de encelarlo todo el tiempo. En la muleta todo fue insistencia y voluntad de Calita, que pretendía lograr una mayor ligazón pero sin conseguirlo del toro. Con una estocada entera caída, que tardó en hacer efecto, y varios golpes de descabello, se retiró a la barrera en silencio tras haber escuchado un aviso.