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Ponce y Juan Pablo cortan oreja en Tlaquepaque

Jueves, 23 Feb 2017    Guadalajara, Jal.    Felipe Aceves | Foto: Tauroagencia         
Enrique Ponce durante la vuelta al ruedo en la plaza "El Centenario"
No cabe duda que, estos festejos especiales de Casa Toreros, en el recoleto coso El Centenario de San Pedro Tlaquepaque, se han convertido en verdaderos acontecimientos que el público acoge con gran ambiente. Si a eso le agregamos el proverbial espíritu humanitario del medio taurino, aquello termina por ser de un regocijo muy gratificante entre muchos amigos.

Y aunque aquella frase: "el hombre propone, Dios dispone… vienen los toros paseadores y saltarines, y todo lo descomponen" pudo haberse aplicado, pues también podemos agregar …llegan Ponce, Rivera y Sánchez, y todo lo recomponen; porque de no haber sido por la entrega de los espadas acartelados, nadie la hubiésemos pasado bien.

Destaco la actitud, porque fue la base sobre la que –cuál más, cuál menos construyeron una gratísima noche para los repletos tendidos.

Del caballero en plaza Giovanni Aloi se pueden destacar un par de cosas. Una: su indudable voluntad. Y dos –lógico, luego de un tiempo sin torear en plaza– se vieron él y sus cabalgaduras, faltos de sitio. Estuvo incluso a un tris de sufrir un grave percance, cuando el toro cogió de frente a caballo y jinete. Es evidente que sabe torear, desborda gusto y afición, pero tendrá que ponerse a punto. Yo querría verlo de nuevo. El ejemplar de La Concepción fue manejable y noble. Vamos, que le dejó estar a gusto.

Enrique Ponce hoy se aposentó en el trono de la sabiduría. En el de la entrega. En el regusto de, si hay que hacer las cosas, hay que hacerlas bien, y además con elegancia. Al bonito negro jirón, facado y veleto que echó por delante, le fabricó una faena que sólo existía en su mente privilegiada. Los dos –metafóricos– peces que tenía, como en el sermón de la montaña, los multiplicó.

Los convirtió por momentos en una obra de arte del toreo. Aún recuerdo el comienzo por bajo, rodilla en tierra, en la faena de muleta. A "Lucero", nada le interesaba más que irse a casa. El valenciano lo sujetó y lo hizo cómplice de tandas por derecha rematada con un kilométrico pase de pecho, que terminó en Chiva. Esto, acompañado por la orquesta que interpretaba el tema de la película "La Misión" de Robert De Niro que tanto le gusta a Ponce. Hubo una serie en la que, litelarmente, envolvió al burel en el fajín. De verdad. Concluyó con toreo suave, de pitón a pitón, andando hacia atrás con majeza, para –oh pues– botar los trofeos por los pinchos con la espada. Sonora ovación.

Con el cuarto de la lidia ordinaria, éste figurón del torero; de bien ganada cuenta bancaria gorda; con fila de empresarios que lo contraten al precio que decida, se ha comportado como si nada estuviera hecho. Que no hay fechas en el horizonte, y que de hoy dependía su carrera. El cárdeno obscuro era de un descastamiento desesperante. Menos para el torero que nunca se desanimó. Aprovecho lo aprovechable, a lo demás, le inventó una faena entre clamores. Aquí sí acertó una entera, luego de un pinchazo, para llevarse una merecida oreja.

A Francisco Rivera Ordóñez se le indigestaron los mansos. Claro que hubo disposición, claro que prodigó voluntad; pero no hubo mucho entendimiento. El tendido le apreció la entrega en ambos toros. Se destaca una soberbia estocada fulminante al primero de su lote.

¡Que no hay toro! ¡Pues no habrá; pero aquí estoy yo! Pareció decir Juan Pablo Sánchez. Y en una faceta que yo no le había visto, cuando por su ausencia de casta, el morlaco se negaba a embestir, incrustado entre los pitones, obligó a ”Gorrión” a participar en acometidas que incluso buscaron al torero. Pero esa fue la receta para rotundamente complacer al atestado coso. Cuando llamaron a matar, el de Aguascaliente se tiró a por todo. Cayó abajito la espada –con derrame y todo– pero la entrega valió una oreja, sin dudas.

El segundo que le correspondió en el sorteo, un colorado agradable parecía darle posibilidades, cuando con pases de tirón se fueron al centro del ruedo. Pero siguió el camino de sus hermanos… pronto agotó su exigua reserva de casta. Espadazo defectuoso que por fortuna bastó.

Los toreros fueron despedidos con ovaciones de un público que salió feliz a las calles de ese oasis de tradición que desde hace muchos forma parte de la mancha urbana de Guadalajara.

Ficha
San Pedro Tlaquepaque, Jal.- Plaza "El Centenario". Corrida a beneficio de la fundación "Mi gran esperanza", de cáncer infantil. Lleno en noche agradable. Un toro de La Concepción para rejones, con movilidad y nobleza,  y seis de Pepe Garfias, correctos en presentación descastados en general. Pesos: 450, 505, 485, 475, 463, 470 y 467 kilos. El rejoneador Giovanni Aloi: Palmas. Enrique Ponce (teja y oro): Palmas y oreja. Francisco Rivera "Paquirri" (azul marino y oro): Silencio en su lote. Juan Pablo Sánchez (azul rey y oro): Oreja y silencio. Incidencias: Antes del paseíllo, varios niños de la fundación dieron una emotiva vuelta al ruedo. Además de la banda de la plaza, también amenizó el festejo un grupo que interpretó música clásica, así como una soprano. Destacaron en varas David Vázquez y Héctor Cobos.


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