Dos capillas de la funeraria del Panteón Francés de San Joaquín se abarrotaron para escuchar la misa de cuerpo presente en honor de don
Luis Barroso Barona, que ya descansa en paz tras haber sido cremados sus restos, que más tarde fueron depositados en una cripta familiar.
En el ambiente reinaba la tranquilidad de saberse ante un hombre que deja un atrayente legado de humanidad: "¡Era un señorón!", era el comentario generalizado que resume este momento de reflexión.
Me imagino que don
Luis estaría complacido al ver juntos a tantos famliare, amigos, colaboradores y, sobre todo, a la gente del toro. En este ambiente creció, desarrolló su talento como gandero y triunfó a lo grande, con el reconocimento de propios y extraños.
Ahí estaban su primo
Jorge Barroso, funador de la ganadería de
Real de Saltillo; su entrañable amigo
Alberto A. Bitar, que siguió de cerca sus pasos en las páginas del añorado Redondel;
Gonzalo Martínez, otro amigo cercano y dilecto; el maestro
Jesús Córdoba, casi hermano, tentador de su casa, de los de la vieja guardia.
Y muchos otros toreros que saborearon en los ruedos la bravura y calidad de los toros de
Mimiahuápam, y más tarde de
Jaral de Peñas, las dos ganaderías que dieron sentido a su vida, como
Mariano Ramos, que guarda excelentes recuerdos de faenas camperas;
Jorge Ávila, que fue también uno más de esta unida familia; o el excelso aficionado práctico
Lalo Azcué, que se le notaba apesadumbrado.
Conmovidos por la irreparable pérdida estaban su viuda, la señora
María, y sus seis hijos, así como sus sobrinos que han seguido sus pasos.
Fernando Pérez Salazar, de
Arroyo Zarco; Germán Mercado Lamm, de
Montecristo y
Julio Uribe, de
Torreón de Cañas, quienes no podían ocultar una profunda tristeza, disfrazada de resignación.
Un gentío fue copando las dos salas dispuestas para la celebración de la misa, que comenzó a la una de la tarde, con la puntualidad característica y el tono formal que siempre tuvo don
Luis, un generoso patriarca que supo cultivar la amistad y la cordialidad, mediante ese trato tan afable, cargado prudencia y de clase, como la han tenido los toros criados bajo su transparente mirada.
Entre otros matadores de toros que se acercaron a dar este último adiós, además de los ya mencionados, estaban presentes
Guillermo Rondero, Eduardo Liceaga, Antonio Urrutia, Humberto Flores, Alejandro Martínez Vértiz, José Mauricio, Juan Luis Silis, así como los novilleros
Valente Alanís y
Luis Conrado, y el veterano banderillero
Alfredo Acosta.
Y también más ganaderos como
Fernando de la Mora, que expresó palabras de verdadero agradecimiento a la figura de don
Luis; Benigno Pérez Lizaur, de
Santa María de Xalpa; Arturo Jiménez, de
San José; Coco Obregón, de
San Juan Pan de Arriba; Pablo Suárez, de
Campo Hermoso; Lucila Franco y su esposo,
Octavio Casillas, de
Cerro Viejo; el ganadero y empresario
Pepe Aroyo, el apoderado
Víctor Galindo, representante de
Jaral de Peñas, y el médico veterinario
Rafael Gómez.
Durante la homilía, el sacerdote destacó la labor altruista de don
Luis; la forma de retribuir las bendiciones que le dispensó Dios a lo largo de su vida; su bondad para ayudar al prójimo...
El silencio era absoluto, y aunque en el fondo de la segunda sala apenas se escuchaba aquellas hermosas palabras, todo mundo estaba atento, meditabundo, cabizbajo. Ahí se respiraba la fuerte personalidad de don
Luis Barroso Barona, un ser humano de principios; ideas firmes y decididas; de elegante ingenio.
Con su desaparición, se marcha un ganadero a la antigua que nos deja un grato ejemplo de vida, y el recuerdo imborrable de un caballero tocado de hidalguía.
Fallece el ganadero Luis Barroso Barona
Breve semblanza biográfica de don Luis Barroso
Reacciones al a muerte de don Luis Barroso