No hay mejor música que una buena charla, no hay  mejor compositor que aquel que es capaz de permitir que nuestra imaginación viaje a lugares y recorra épocas con solo escuchar su plática. La partitura perfecta es aquella que se escribe desde la memoria. Completa, exacta, fiel a momentos pero, sobre todo, a tradiciones, aquella que guarda sabores, olores, formas de otros tiempos.

Partitura que se convierte en música con la cual se acompaña la brillantez de la mirada,  la emoción del acento en cada nota, la plasticidad de brazos y cuerpo en movimiento.

El gran compositor crea, toca y escribe la música en un solo acto.  En su memoria vuelan notas emanadas de sus recuerdos que poco a poco en su voz se unen para crear momentos inolvidables, que unen el pasado con el presente, para entonces volver a ser pasado ahora en nuestra imaginación y esperar que el futuro llegue para dejarlas sonar de nuevo.

Gracias Chucho por tantas canciones. Por haberme permitido hablar con Arruza, entrenar con tu padre, ver a Ordoñez en el campo. Por llevarme a La Punta a disfrutar con mi amigo Paco, por ver junto conmigo a Ortega y entender que el toreo también se hace caminando. Por rescatar de mi memoria fotos de Antoñete, de Manolo Vázquez. Por dejarme sentir lo que es ver caer una gorra al ruedo.

Cada que se va alguien como tú se pierde mucha historia. Se va una parte de México. Te llevas la música contigo.

Gracias, Jesús por toda la que disfrutamos juntos.