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Tauromaquia: La rebelión de los relegados

Lunes, 05 Sep 2016    Puebla,Pue.    Horacio Reiba | Opinión   
La columna en La Jornada de Oriente

Durante el invierno último, la rumorología planteaba la actual temporada europea como una especie de relevo generacional en las alturas. No era para tanto: por interesante que luzca la actual baraja de noveles, ni los consagrados ni las empresas iban a dejar de ir a lo seguro, saltándose a la torera mutuos o tácitos acuerdos. Sonaba más bien a estrategia encaminada a aligerar presupuestos en tiempos de vacas flacas. Porque hoy es fácil rendir honores póstumos a Víctor Barrio, pero pocos recuerdan que el segoviano toreaba en Teruel, en pleno mes de julio, su segunda corrida del año.

Aun así, resulta insólito que las figuras –aunque no todas– se avinieran a abrir algún espacio en los carteles en que tan a gusto alternan entre sí, para que se incluyera no ya al eventual primer espada o al inevitable diestro local, sino a competidores más exigentes, dotados de empuje juvenil y novedosa tauromaquia. Pero si en la alborada de la campaña se barajaban los nombres de tres o cuatro candidatos, en los hechos ésos aspirantes al olimpo taurino se limitaron a dos: Andrés Roca Rey –cuya casta, calidad y sello se antojaban de antemano irresistibles– y Alberto López Simón, favorito de los mandamases en razón de sus infatigables tesón y valentía, pero también porque sus deficiencias artísticas lo condenan a dejar escasa huella: el típico torero cuña que nunca está de más.

Del tercero en discordia, que aparentaba ser el extremeño José Garrido, apenas hubo noticias a lo largo de la campaña. Y ni hablar de Joselito Adame, cuyos reiterados éxitos se siguen mirando de soslayo, por más que se sucedan dentro de ese meritorio segundo circuito donde campea el ganado que los ases rehúyen, y fechas y carteles de muy mediano interés. Su negativa a seguir apechugando con semejante cruz cuando Taurodelta le ofreció más de lo mismo para San Isidro no conmovió a otras empresas, más bien las reafirmó en la injusticia. En consecuencia, el hidrocálido sigue triunfando a golpe cantado sin lograr por ello el ascenso a la deseada primera división.

Había, además, coletas más veteranos que tampoco lograban romper el hielo. A un Manuel Escribano probadamente versátil y dispuesto de poco le sirvió haber indultado un victorino en La Maestranza porque continuó confinado en la programación secundaria –actualmente sigue sin reponerse del cornadón que le infligió un adolfomartín en Alicante, hace cerca de tres meses–; como Paco Ureña, de tauromaquia recia y sentida, o un torero de tanta clase como Curro Díaz, que, como David Mora, a duras penas encuentra hueco en los carteles, casi siempre en calidad de reemplazo. Otra pareciera la suerte del riojano Diego Urdiales, pero la realidad es que, a sus 20 años de alternativa, apenas le están entreabriendo la puerta, algo inexplicable dado el enorme caudal de arte que atesora. En fin, que lo de la apertura de carteles y el fementido relevo más han tenido de mito veraniego que de realidad contante y sonante.  

Revuelta en Vizcaya

Se habla mucho del lamentable déficit de cartelería, público y ganado que arrojaron las corridas generales del último agosto en Bilbao –como nunca, cundió el azul de las butacas en el campo visual del coso de Vista Alegre--, pero no lo suficiente de Garrido y Urdiales, dos de los relegados de referencia, que fueron quienes cortaron el bacalao. Sin olvidar que Joselito Adame ya le había buscado a Matías González, que preside los festejos del Bocho, la primera de las varias broncas que le aguardaban, por negarle una segunda oreja solicitada por centenares de pañuelos tras su variada, templada y muy torera faena a "Cantinillo", el noble 5o. toro de El Puerto de San Lorenzo. 

Al final, un indómito José Garrido se erigiría triunfador absoluto. Su toreo, emotivo y ajustado como el que más, destila sin embargo templanza, lucidez y aroma. En su primera tarde tuvo que apechugar con cuatro buenos mozos de Torrestrella por defección de López Simón, con quien alteraba en un mano a mano tan improcedente que la gente saludó a las cuadrillas con sonora pita, destinada fundamentalmente al torero de Barajas, cuyos mentores se habían negado a admitir un tercer espada que cubriera la obligada baja de Roca Rey.

Tanto afecto la bronca al joven Alberto que, a media corrida, sufrió una crisis de ansiedad que aconsejó su hospitalización inmediata, quedándose Garrido con el resto del encierro. Y hubiera abierto su primera puerta grande de no mediar la tozudez del presidente, que le negó una oreja unánimemente pedida tras su valentísima faena a "Vientofresco", de afilados pitones y abundantes gatos en la barriga, y más tarde el segundo apéndice del 5o., "Barbadura", al que cuajó plenamente y mató, como al anterior, de magno volapié.

Pero el enrachado extremeño no se iría de Bilbao sin descerrajar la puerta grande, y al día siguiente Matías se vio obligado a concederle las orejas de "Pegajoso", que salvó a última hora –era el sustituto de un cierraplaza inválido– el prestigio de Fuente Ymbro, cuya divisa había arrastrado por el fango la colección de bueyes con que tuvieron que apechugar Castella, Perera y la paciencia de los espectadores, soliviantados hasta la bronca y cansados de dedicar palmas de tango a empresa y ganadero.

Pero salió el sobrero, entró en funciones Garrido y la historia cambió como por ensalmo. El extremeño mandó, paró, ligó, sintió e hizo sentir el toreo con intensidad desusada, haciendo ver al encastado animal mejor de lo que era –Matías se gastó la puntada de ordenar vuelta póstuma a sus restos–, salvando una tarde aciaga y poniendo en evidencia a los manipuladores de carteles, tan ninguneado él como Adame y Urdiales, el otro abrió la puerta grande de Vista Alegre. Al lado de tales gestas, las livianas orejas paseadas por Ponce y Padilla escaso significado habían de alcanzar. 

El torero de Arnedo cortó las suyas gracias a una faena deliciosa con "Atrevido" de Alcurrucén  –un berrendo en colorado, homónimo del mítico toro blanco de Osborne inmortalizado por Antoñete en Las Ventas (15-05-66)–, culminando su hermosa labor con unos naturales de frente de apostura y temple exquisitos.  En cuanto a José Adame, resulta de lo más extraño que, tras realizar una de las faenas de más equilibrada variedad y contenido torero la tarde inicial,  nadie hablara de él como posible sustituto de Roca Rey para romper alguno de los dos disparatados manos a mano (Díaz-Ureña y Simón-Garrido) que tan mal le sentaron a la afición bilbaína.

Mexicanos en Bilbao

Plaza de suyo exigente por la romana y leña del ganado y la adusta seriedad de su público, Bilbao no ha sido demasiado pródiga con nuestros compatriotas, aunque supo rendirse y proclamar la grandeza de Fermín Armilla, triunfador absoluto de las corridas generales de 1932, y que reinó sin oposición en la capital vizcaína durante los años previos al boicot de 1936, hasta culminar con par de faenones a los veraguas de Domecq "Mocito" y "Arrempuja" (21-08-35); para colmo, continuaría su racha victoriosa al reanudarse el intercambio mexicohispano, en las ferias de 1945 y 46; en el primero de dichos años, Carlos Vera “Cañitas” cobró las dos orejas de un torazo de Pablo Romero. 

La posterior presencia mexicana, siempre moderada en los carteles tanto de la Vista Alegre actual como de la devorada por un incendio en 1961, fue saldada con sendos cortes de oreja para Juan Silveti (1953), Manuel Capetillo (1963) y Joselito Huerta (1964); tanto Huerta como Manolo Martínez fueron heridos de gravedad, el de Tetela por un toro de Joaquín Buendía (21-08-64) y el regiomontano por un burraco de Osborne (20-08-69). Pero el último gran triunfador mexica en las corridas generales sería Curro Rivera, que culminó su gran campaña de 1971 cortándole dos orejas a un toro de Arranz (17-08-71), y otras tantas a un urquijo en su segunda comparecencia (19-08-71) para alzarse como amo absoluto de aquella feria, a la que volvería, sin la misma fortuna, al año siguiente.   

Desde entonces, pocos paisanos partieron allí plaza, y ninguno había izado trofeos hasta el pasado 22 de agosto, cuando Joselito Adame cortó la oreja de "Cantinillo" de El Puerto de San Lorenzo, con fuerte petición de un segundo trofeo que el presidente desatendió.


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