"Durante la lidia del cuarto toro, el diestro Manolo Martínez ingresó en la enfermería en estado de shock traumático intenso, presentando las siguientes lesiones: herida por cuerno de toro, como de ocho centímetros de orificio de entrada, situado en el tercio medio, cara interna del muslo izquierdo; presenta dos trayectorias: la primera hacia arriba y afuera, como de 34 centímetros de extensión, hacia el trocarter mayor.
"La segunda, como de 24 centímetros, hacia abajo y afuera, seccionando los músculos vasto externo y vasto interno y recto anterior, y seccionando la arteria y la vena femoral profunda; se dejaron dos tubos de canalización por contrabertura. Pronóstico: grave; estas lesiones ponen en peligro la vida; si no hay complicaciones tardará en sanar más de quince días". Firmado por el doctor Xavier Campos Licastro. Cirujanos asistentes: Fausto Baltazar, Adalberto Villalpando, Gustavo Arteaga y Carlos Mena (anestesiólogo).
La intervención duró cerca de dos horas y se le transfundieron al herido dos litros de sangre; los médicos presentes –entre ellos el doctor Moreno Valle, afamado cardiólogo y buen aficionado, y el doctor Salinas Rivero, médico personal de Manolo– consideraron providencial que la cornada hubiera ocurrido en la plaza México, que cuenta con servicios facultativos y tecnológicos de primer nivel. Al terminar la cirugía, el doctor Campos Licastro declaró que lo más difícil fue controlar el shock traumático, y que, en determinado momento, el herido perdió completamente el pulso.
En días posteriores, hubo que someter a Manolo a dos nuevas intervenciones, la segunda de ellas para liberar puntos de infección avanzada en la sutura inicial. Aun así, manifestó el deseo de cumplir la última corrida de su contrato dentro del mismo mes de marzo. No pudo ser, pero reapareció el domingo 31, en Morelia, mostrando dificultades para apoyarse en la pierna herida, pero logrando, no obstante, un importante triunfo, compartido por sus alternantes Eloy Cavazos y Curro Rivera.
La corrida
Con toros de San Mateo estaban anunciados Manuel Martínez, José Mari Manzanares y Mariano Ramos –la corrida de las cuatro emes, se le llamó–. Coso totalmente lleno y por cuenta de San Mateo una encierro con edad –se rumoró que algunos rebasaban holgadamente los cinco años, "Borrachón" entre ellos–, mansa en general pero también geniuda, de casta degenerada. Manolo, con el recuerdo de "Jarocho" y la urgencia de rehabilitar su maltrecho cartel –se había dejado dos toros vivos esa temporada a cambio de ninguna victoria contundente–, salió echando chispas. Y estuvo muy bien con el abreplaza. "Aún hay más", un toro reservón al que le forzó la embestida con decisión, pulso y maestría. Pudo desorejarlo, un pinchazo alejó tal posibilidad y la vuelta al ruedo, solicitada por muchos, topó con la oposición de una minoría hostil que al final se salió con la suya. De modo que "Borrachón" se encontró con un torero dispuesto a forzar la máquina con tal de tomar desquite.
La cornada
El relato más fiel de la misma lo encontré en la pluma de Jarameño y es el siguiente:
"Borrachón", de San Mateo, negro con bragas y bien armado, salió en cuarto lugar, y como sus hermanos se revolvía con aspereza, derrotando. Manolo lo fue consintiendo, bregando, para meterlo al engaño, y, tras ello, cuajó estupendas verónicas, rematadas con dos medias, suaves e imperiosas a la vez. El bicho se arrancó de largo al caballo y recargó, como sus hermanos de hierro, pero al igual que ellos, al tocarse a muerte tenía nervio y tiraba a defenderse, a desarrollar sentido.
Unos pases de tanteo de Manolo y, en seguida, una buena serie sobre la derecha. Pero al siguiente cite el bicho se escupió y buscó tablas; para entonces, ya había echado la cara al suelo, y rascaba insistentemente la arena. Ahí, cerca del burladero de matadores, lo citó Manolo con la muleta en la izquierda y trazó un soberbio pase natural; provocó nuevamente y le bordó el siguiente muletazo.
El tercero estaba en ciernes: el cite, el aguantar la incierta embestida, y en eso el toro se frenó, no se fue el torero, y el animal derrotó al cuerpo, volteó al espada, lo buscó en la arena y le tiró más cornadas, levantándolo por la hombrera de la chaquetilla, instantes que se hicieron eternos (…) Manolo quedó en la arena quebrado, y cuando era llevado a la enfermería se apreció desde el tendido la hemorragia empapando la seda negra del lujoso terno de luces (…) Manzanares finiquitó de cualquier manera a "Borrachón" de San Mateo. (Ovaciones, 4 de marzo de 1974).
La versión de José Alameda
La casta apretada e indudable de San Mateo hizo acto de presencia en casi todos los ejemplares. Y, a nuestro juicio, notoriamente en el cuarto, el toro del drama. Quizá a todos los toros debieron haberlos castigado más en varas. El caso es que había que exponerles, e indudablemente el torero lo sabía (…) Estuvo durante toda la corrida más centrado que en sus últimas actuaciones. Y ya en el primer tercio de la lidia de "Borrachón" acentuó su aguante, su presión sobre el toro, que no siempre consiste en llegar pronto a su terreno, sino en plantear con calma las suertes y esperar la embestida con entereza. Pero en la faena de muleta sí ejerció presión. Y la ejerció sin titubeos. Desde el momento inicial, estaba a esa distancia que es estar al alcance del derrote, lo que dio fuerza emotiva a todos sus pases. La fuerza que nace del peligro latente, capaz de actualizarse en cualquier momento en forma de cornada. Hasta que sobrevino el percance. Como suele sobrevenir cuando los toreros están en el territorio del riesgo inmediato: secamente. No tuvo el toro más que alargar ligeramente el cuello, y el derrote seco hundió el pitón en el muslo. (El Heraldo de México, ídem).
De Carlos León, con dedicatoria
"Tal vez muchos lo celebren; y otros, que me dispensan su atención como lectores, se sientan defraudados. Pero hoy no hay la acostumbrada Carta Boca Arriba con la que suelo, más que narrar, comentar las corridas, a más de lo que ocurre en torno al espectáculo. Y en esta tarde, precisamente en que como espectáculo abundó el tedio, lo único espectacular fue la grave cornada de Manolo Martínez, que si como crítico me ha merecido abundantes reproches, como ser humano me obliga a lamentar su desdichado percance (…) Mi manera de enfocar la fiesta, mi estilo de humor ante las frecuentes parodias y simulacros de lo que fue emoción y drama en años mejores, parecería irreverente, inhumano, cuando un diestro está con un muslo perforado. Y, sobre todo, cuando ese lidiador no ha disfrutado de mis alabanzas y sí de mis censuras.
No es esto, sin embargo, un mea culpa. Ni mucho menos un cambio de opinión. Por el contrario: el percance, que sinceramente lamento, confirma lo que en repetidas veces dije en mis cartas: Manolo es un muletero fácil con el toro fácil, pero jamás ha podido con los enemigos que requieren un lidiador poderoso. Y los sanmateínos de ahora ya no son ni sombra de aquellos bureles propicios a tumbarles las orejas. La boyantía de antaño se esfumó con la venta de tantos sementales, para que esa vacada sea ahora la que necesite de simiente brava. Hoy salieron todos mansos. Pero, como dentro de la mansedumbre aún perdura algo de la antigua casta, sacan sentido, y a la primera oportunidad, el menor parpadeo, pegan la cornada como la pegó "Borrachón" (…) aunque, según autoridades de la talla de Domingo Ortega, no son los toros los que cogen, sino un descuido del lidiador, un exceso de confianza, el que propicia que se produzca la cogida.
Erradicados hoy los sarcasmos, enfrentemos la cruda realidad: un diestro llega a cobrar como los grandes del escalafón y no debe quejarse de que le exijan. Para unos es la figura cumbre y para otros no, pero ahí está, en sitio preferente. Y la gente se fija en las águilas, no en las hormigas. Y a las que están dotadas con alas imperiales, hay que pedirles que vuelen muy alto. Y no una, sino todas las tardes, lo cual no es exclusivo de Manolo Martínez, pues muchos precursores suyos han vivido ese calvario.
Con la mayor serenidad posible, analicen ustedes el lamentable sucedido sangriento de esta corrida. Porque en todo hecho de sangre se busca siempre un culpable. Y preguntémonos: ¿lo fueron los exigentes, o lo han sido los que desmedidamente lo pusieron en un trono del que tarde o temprano había de caer? A todos les llega su momento difícil, en que para sostenerse como figura hay que justificarlo plenamente, o resignarse al sacrificio de caer víctimas de un pitón. (Novedades, ídem).
Bajo la tremenda impresión de la cornada, la tarde se abocó a la consternación y el desánimo. Los dos alternantes de Martínez –José Mari y Mariano– habían escuchado ya un aviso en sus primeros toros. Pero, añade Alameda: "En el orden estrictamente taurino es digna de comentario la gran faena de Mariano al sexto (…) El de San Mateo, por romperse un pitón, fue relevado por otro de Santo Domingo, de escasa presencia, lo que motivó la protesta del público, no tan avenido al becerrismo como algunos se figuran. Pero Mariano empezó a arrimarse y el toro a irse para arriba, porque en Santo Domingo también hay casta. Y al final, cuajó Ramos una formidable faena: larga, honda, emotiva. Si llega a coronarla con la espada, habría salido en triunfo. (El Heraldo de México. ídem)
Liquidado al fin "Saltillense" por Mariano, mucha gente se precipitó hacia las puertas de la enfermería, donde el equipo médico ponía todo su saber y dedicación en lucha por salvarle la vida a Manolo Martínez.
Deconstruyendo el mito
Con el tiempo, se extendió la versión de que por la terrible herida de "Borrachón" escapó el antiguo celo de Manolo por jugarse la vida sin tregua con tal de mantener su sitial de mandón. Que la tremenda experiencia alumbró, como iluminación paradójicamente sombría, al torero calculador y taimado, más dispuesto a maniobrar e influir desde los entretelones de la fiesta que a lanzar la moneda al aire tarde a tarde. Falso. El nuevo Manolo Martínez que la leyenda atribuye al genio certero de "Borrachón" ya existía desde muy antes, para ser precisos al retornar de su primera temporada española con las cicatrices recientes de tres cornadas –Bilbao (20-08-69), Murcia (07-09-69) y Cáceres (29-09-69), muy grave ésta–. Evidencias: al reaparecer en la México (18.01.70) desata por primera vez una bronca, aparentemente intencional, al renunciar a dar la cara ante "Caporal", su primero de Jesús Cabrera (18-01-70).
En palabras de José Alameda, "Vino a resultar que Manolo, cuyo prestigio se ha fincado en el cumplimiento sin tacha, aunado a la calidad que en él es nativa, se nos presentó ahora como un torero terriblemente desigual. (El Heraldo, ídem).
Si aquella temporada capitalina de 1969-70 ya reveló a un Manolo Martínez diferente, la siguiente sería para él la peor de todas, precariamente redimida a través de su excelente faena a un toro de regalo ("Aceituno" de Tequisquiapan, 17-01-71). No parece casual que, entre ambas, quedase interpuesta una campaña española tan desafortunada que el de Monterrey tuvo que cortarla de tajo tras una tarde desastrosa en Bilbao (18-08-70). Por lo demás, como quedó dicho, en la serie capitalina de su gravísima cornada (1973-74) Manolo contaba ya con dos toros vivos en su emborronado expediente.
En todo lo anterior "Borrachón" no intervino para nada. Cuando asomó por toriles, ya Manolo tenía sentada plaza de artista desigual, castigador de multitudes en sus días malos y activo instigador del bóvido desbravado que derivaría en el post toro de lidia mexicano.