...y el hierro de la estrella de David ha ido pasando también...
Puede que a estas alturas de la semana "torista" de San Isidro haya quien piense que lo políticamente correcto es hablar de los hierros "duros" que la conforman, de lo que están haciendo en el ruedo de Las Ventas los toros que anhelan tantos directores de lidia como se sientan en el tendido. Pero mejor que eso hablemos de bravura. Hablemos de Jandilla…
Hablemos de una ganadería que atesora la verdadera esencia del denostado encaste Domecq, la bravura refinada que comenzó a trabajar hace ya muchas décadas Juan Pedro Domecq y Díez en la casa madre del encaste, esa finca de Jandilla que da nombre ahora al hierro que mejor lo representa.
Ha pasado el tiempo y la divisa azul y el hierro de la estrella de David ha ido pasando también de padres a hijos, en concreto por tres generaciones de ganaderos que han sabido mantener y mejorar todo lo bueno de esa sangre proveniente de Tamarón y Conde de la Corte: de Juan Pedro padre a su hijo Fernando, y de éste a su hermano Borja que, ahora, acaba de pasarle el testigo a su vástago del mismo nombre.
Y el hecho es que en manos de Borja Domecq Noguera recae ahora la responsabilidad de mantener un preciado legado del que podemos asegurar que atraviesa por el mejor momento de su historia. Porque si el fundador asentó en la barrica la madre de un licor de fuerte bravura, la que no terminaba de gustar a los toreros de los cincuentas y los sesentas, su hijo Fernando le añadió la clase que redondeaba la fórmula, justo antes de formar su propio laboratorio de Zalduendo.
Ya mediados los años ochentas, fue Borja Domecq Solís quien cogió el timón para encarar la que iba a ser la parte más dura de la travesía, la que surcaba por las aguas turbulentas de la masificación y el obligado pero ilógico aumento de volumen y pitones de toda la cabaña brava, una locura de la que aún estamos pagando las consecuencias.
Pero el nuevo timonel de la familia, el que acaba de ceder los mandos a la tercera generación, salió triunfante de la tormenta, incluso sobreviviendo al abordaje de tanto "ladrillero" como buscó simiente en tan buen semillero para, en la mayoría de los casos, desvirtuar y ensuciar de cara al aficionado más superficial la imagen de un encaste fundamental en este salto de siglos de la tauromaquia.
El gran mérito de Borja Domecq, que ahora prefiere descansar de esos años tan duros en los cerrados y en los corrales, y en los despachos de apoderados y notarios, es haberle dado a los toros de Jandilla el volumen que requerían los tiempos sin que se perdiera ni un ápice, más bien al contrario, de la esencia de auténtica bravura y gran clase de una ganadería que sigue manteniendo la patente.
Y para demostrarlo ahí están las cuatro excelentes corridas que lleva lidiadas este año, todas ellas en plazas de primera categoría, ya sea con el hierro fundacional o el añadido de Vegahermosa: Tres muy encastados toros en las Fallas de Valencia; dos de gran nobleza y otros tantos bravísimos, con "Ilusión" a la cabeza, en la Feria de Abril de Sevilla; dos buenos, otro excelente y otro excepcional -"Hebreo" de nombre- premiado con la vuelta al ruedo hace unos días en San Isidro. Y ayer mismo, a tenor de los videos, varios también muy enrazados embistiendo hasta por el rabo y, además, ese "Pañero" indultado por José Garrido en la arena caliza del anfiteatro de Nimes.
Se trata pues, y eso que sólo llevamos tres meses de temporada, de la ganadería del año en Europa, la más sobresaliente a sideral diferencia del resto de divisas, como avalan esa docena larga de extraordinarios ejemplares en plazas de máxima categoría que, además de la raza inherente a la verdadera bravura, han demostrado que es posible reunir en una misma morfología bovina la seriedad y las buenas hechuras.
Dicho así, puede parecer fácil obtener ese tipo de toro que atesora tantas virtudes físicas y síquicas, pero cualquier ganadero sabe que llegar hasta ese punto, y lidiar con tanto éxito y tanta regularidad en las plazas más exigentes para el toro, es un logro sólo al alcance de una reducidísima élite de ganaderos, entre los que ha entrado por derecho propio ese Domecq que cambió los campos de fútbol por los bravos campos jerezanos.
Ese ejemplo y esa ganadería en su mejor momento es el gran legado que Domecq Solís le deja a Domecq Noguera, cuya misión será no sólo mantenerlo ahí arriba sino también conseguir, en estos tiempos de conceptos confusos, que las verdaderas figuras se anuncien con unos toros que, lamentablemente, otros han desaprovechado, incapaces de apurar con un toreo de recíproca entrega tan desbordante bravura.
Ahora esperan a Jandilla las plazas de Pamplona y Bilbao para redondear la que, de momento, está siendo una camada sin parangón en los últimos años. Y dicen quienes la han visto que la que hay apartada para Vista Alegre en los cerrados emeritenses de "Don Tello" es una corrida modélica en todo, prometedora de las infinitas e incansables embestidas de este manantial de bravura.