Un triunfal desenlace tuvo la corrida de toros inaugural de la temporada ecuatoriana, cumplida esta tarde en la plaza de toros "Vistalegre" instalada en la vecina localidad de Machachi, ubicada a escasos 40 kilómetros al sur de la capital.

En las goteras de Quito un buen encierro de toros con los hierros de Mirafuente y Vistahermosa permitió la destacada actuación de los matadores Curro Díaz y Guillermo Albán, aupados en hombros al cabo de un festejo en que las emociones se repitieron a  lo largo de la tarde. Completaron el cartel los jinetes Álvaro Mejía de Ecuador y la portuguesa Sonia Matias.

Los tendidos del coso se llenaron y un ambiente pregonero contagió al público que, como es costumbre en la mitad del mundo, se volcó a respaldar a los diestros y a reivindicar a la fiesta de los toros. El viento incomodó a los lidiadores, pese a ello, la corrida se consumó con un interesante saldo artístico.

El torero español toreó con categoría a un serio ejemplar de Mirafuente, al que lanceó a la verónica con despaciosidad y se lo pasó con clase por el pitón derecho en tres templadas series; al probar por el pitón contrario resultó prendido, llevándose un navajazo en el muslo izquierdo. Con el toro venido a menos mató con seguridad y recibió una oreja.

En el cuarto, reservón e incierto, el esfuerzo se repitió otra vez con la mano derecha, en contadas series con su característico empaque; el solvente trasteo fue rematado con un volapié rotundo que le aseguró el apéndice.

El saldo de trofeos más numeroso fue a las manos del espada local Guillermo Albán que supo aprovechar un estupendo lote, al punto que el quinto, "Gerolimpio", de Vistahermosa, fue indultado por su calidad y nobleza; con él, Albán se hartó de torear en repetidas series de pases de todas las marcas que adquirieron gusto hacia el final de su labor.

La concesión de los máximos trofeos cerró una tarde redonda del incombustible ecuatoriano que ya en su primero obtuvo el doble premio tras un entonado muleteo firmado con un contundente espadazo.

El rejoneador Mejía se hizo de una oreja luego de una paciente ejecución, lució al montar a Torero con el que prendió banderillas con acierto. La lusitana Matias dejó ver su carisma y habilidad, espectaculares le resultaron las reuniones y acertada la colocación de las banderillas. Al final  acusó los rigores de la lidia y de la altitud;  fue el sobresaliente quien, pie a tierra, pasaportó a la res.