Tauromaquia: Las empresas de La México
Lunes, 29 Ago 2016
Puebla, Pue.
Horacio Reiba | Opinión
Como es ya sabido y comentado, la nueva empresa de la Plaza México la encabeza el minero y multiempresario don Alberto Bailleres –cuya organización taurina domina ampliamente el interior del país, empezando por Aguascalientes y Guadalajara– y Javier Sordo Madaleno, arquitecto de renombre y ganadero de Xajay, quienes se apoyarán en Mario Zulaica como gestor del coso capitalino.
Al anuncio respectivo le siguió, por parte de la flamante administración, el de una serie de novilladas cuyo primer toque de clarín sonará el 11 de septiembre. Son doce las previstas y los carteles de las nueve primeras se armaron por sorteo. La novedad es que las cuatro iniciales serán sin picadores, de seis utreros para cuatro alternantes, de modo que quienes destaquen lidien a los bovinos corridos en quinto y sexto lugares, respectivamente.
Entre la abundante representación extranjera figuran los hispanos Calerito, Francisco de Manuel, Sergio Roldán, Álvaro Sánchez, Ángel Téllez y Antonio Medina, el francés Baptiste Cissé y el colombiano Camilo Hurtado. No está nada claro que la disposición reglamentaria de ofrecer un mínimo de doce novilladas seriadas –sin lo cual la empresa no puede obtener el permiso para vender el Derecho de Apartado de la Temporada Grande subsecuente– contemple en dicha cifra festejos sin caballos, por tanto, es de suponer que quienes regentarán el coso de insurgentes durante los próximos cinco años lo habrán negociado previamente con la delegación Benito Juárez.
A partir del 9 de octubre, se programaron cinco ternas, ya con caballos, sobresaliendo los nombres de Gerardo Rivera, Juan Pedro Llaguno, José María Pastor, André Lagravere "El Galo", el francés Andy Younes y la novillera colombiana Rocío Morelli, así como el del ibero Rafael Serna, triunfador del verano anterior en la propia Monumental, y que el pasado 18 de junio recibiera en Madrid una cornada gravísima, que le seccionó la arteria femoral y la vena safena. Su reaparición en Insurgentes será el 23 de octubre con reses de San Marcos, al lado de Gerardo Rivera –que ya hizo el paseo el año anterior, y que viene de tener una muy torera actuación en la plaza de Las Ventas– y el debutante Manolo Gaona.
Para el sábado 12 de noviembre se tienen previsto un cartel de tres triunfadores, y otro similar el día 19; finalmente, el 26, un mano a mano entre los dos más destacados del ciclo. Los tres festejos sabatinos darán principio a las seis de la tarde, y los dominicales a las cinco.
Variados antecedentes
En 70 años de vida activa, ha manejado la Plaza México un elenco empresarial tan variado en sus métodos y políticas como en sus tiempos de ejercicio. Efímera fue la empresa fundadora de Neguib Simón, padre de un coso que sólo le reportó dolores de cabeza y la ruina casi total. Su gestión empezó el 5 de febrero de 1946 (El Soldado, Manolete y Luis Procuna con San Mateo) e incluyó la temporada chica siguiente, de la que surgieron Fernando López y Joselillo.
Para la grande del 46-47, el emprendedor yucateco confió su plaza a Antonio Algara, presunto experto en el negocio, pero el chasco fue mayúsculo: la temporada hizo crisis la aciaga tarde en que Lorenzo Garza terminó en la cárcel de El Carmen y Manolete en la enfermería (19-01-47); Algara fue despedido y las últimas corridas de la serie las sacó adelante como pudo Fernando Hernández Bravo. Bajo el asedio de poderosos políticos capitalinos, Neguib Simón perdió la plaza, que durante las temporadas chica y grande de 1947-48 fue regenteada por Tomás Valles, de pobre desempeño. Se le diluyó entre las manos la pareja de Fernando y Joselillo –mortalmente herido por el novillo "Ovaciones" de Santín (28-09-47)–, y no tardó en poner pies en polvorosa.
Alfonso Gaona va y viene
El inquieto optometrista Alfonso Gaona ya había llevado una temporada grande en El Toreo de la Condesa (1940-41) cuando encontró la ocasión de retomar las riendas del negocio. Debutó en la temporada chica de 1948, la de los Tres Mosqueteros (Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba y Manuel Capetillo), con tal acierto y beneficios que se entronizaría como hombre fuerte del tinglado por los siguientes 17 años. Aunque lo distinguió siempre una gran capacidad de maniobra y llevó a cabo temporadas tan extraordinarias como la de 1952-53 (como nunca, la Plaza México reunió en su elenco a las principales figuras del momento, tanto americanas como europeas), no estuvo libre de tropiezos –una huelga de subalternos en 1950, el cierre del coso de 1957 a 59–; finalmente, al concluir la temporada chica de 1964, la propiedad del coso –el accionista mayoritario era Moisés Cosío, padre del actual propietario del inumeble– decidió rescindirle el contrato.
Pensando en maximizar utilidades, Cosío cedió a los reclamos de su socio Alejo Peralta, prominente empresario industrial y beisbolero, y la administración pasó al cubano Ángel Vázquez, exitoso gerente de los Tigres capitalinos.
Alejo era sobrino de Anacarsis Peralta, vinculado éste sí con la Fiesta en los años 40. Como completo ignorante del tema, Vázquez delegó la organización de los festejos en el doctor Manuel Labastida, ganadero de Santo Domingo, aunque reservándose las decisiones clave, su frustrada intentona de frenar el meteórico ascenso de Manolo Martínez, por ejemplo.
No olvidaría el regiomontano tales agravios y en 1974 resolvió alejarse de La México, al tiempo que lo hacía también quien venía ejerciendo de gerente operativo desde 1971, el también ganadero Javier Garfias. La ausencia de ambos creó un boquete en la gestión del gallego-cubano, nunca remontado por Carlos González, mano derecha de Leodegario Hernández, el empresario de provincia más importante de la década anterior, que se pasó el enemigo. La aventura del tándem Peralta-Vázquez terminó con la fracasada temporada de 1976. En plan de ocasional mesías, el doctor Gaona volvió entonces a la dirección de la monumental.
Ya no fue lo mismo
Gaona, que había mantenido vivo el interés de los capitalinos por la fiesta durante la difícil década del 50, basó su nueva gestión en la fuerza taquillera de Manolo Martínez. Pero al retirarse éste en 1982, el experimentado gerente perdió el rumbo y sus temporadas empezaron dar tumbos: lo mismo podía empezar la de corridas en abril que la de novilladas en noviembre. Ni siquiera el regreso del as regiomontano le resolvió el galimatías, complicado por el asedio del regente Ramón Aguirre Beltrán, cuyo hijo Rodrigo se había hecho ganadero y ambicionaba administrar la gran cazuela.
Alfonso Gaona, huérfano de apoyos y corto ya de energías, terminó suspendiendo, tras dos únicas corridas, la Temporada Grande de 1988. Sería su adiós a 28 años al frente del coso mayor del mundo, divididos en dos etapas etapas de 17 y 11 años, respectivamente.
Del patronato al abismo
Después de las elecciones federales de 1988 fue designado regente de la ciudad Manuel Camacho Solís, que no tardó en abocarse a la reapertura de la Monumental capitalina: implantó una Comisión Taurina –algo inédito en el DF– y encomendó a un patronato, a cuyo frente quedó el popular restaurantero Jesús Arroyo, la reapertura del coso. Al emotivo festejo de reinauguración (29-05-89: Martínez, David Silveti y Miguel Armilla, con Tequisquiapan), siguió una larga y triunfal temporada novilleril –volvieron los añejos jueves taurinos–, pero la Temporada Grande, de buen inicio, terminó desnudando la impericia del Patronato, por lo que gobierno y propiedad de la plaza resolvieron otear otros rumbos.
Apareció entonces Televisa, para firmar contrato de arrendamiento bajo la razón social Alfaga, con Aurelio Pérez a la cabeza y Curro Leal como operador en jefe. Alfaga empezó su gestión con la temporada chica de 1990 y la cerró, con el rabo entre las piernas, en cuanto terminó La Grande 92-93.
Fue así que Miguel Alemán Magnani –nieto de expresidente de la república y muy vinculado al grupo Televisa– tomó la Monumental bajo su tutela, por sugerencia de Manolo Martínez, y con Rafael Herrerías Olea como gerente plenipotenciario.
El resto es historia demasiado reciente y conocida, cuya herencia más notoria ha sido la burla reiterada e impune del reglamento taurino –con la complacencia de las autoridades–, el esplendor del neocoloniaje y una absurda autorregulación, que más pronto que tarde consiguió vaciar de público e interés las corridas de toros en la capital. Y de novilladas, mejor no hablemos.
Una víctima más
Al banderillero José Manuel Soto, herido de gravedad el pasado 20 de agosto en Peal de Becerro durante una novillada sin caballos, han tenido que amputarle la pierna izquierda en un hospital de Jaén, como medida desesperada para salvarle la vida. El modesto subalterno español lidiaba a las órdenes del novillero Adrián Grande y añade así la suya a la abundante sangre torera derramada por los astados en este 2016, un año verdaderamente negro para la tauromaquia.
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