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Liber taurus: Madrid inolvidable

Viernes, 06 Jun 2014    Madrid, España    Santiago Aguilar | Opinión   
La columna de este viernes

La plaza de toros Las Ventas de Madrid es el escenario taurino más importante del mundo, consideración determinada por el rigor con que se llevan a cabo los espectáculos, el aspecto de las reses que se lidian, el concepto de los aficionados y el eco mediático que deriva de cada una de las funciones; la incontestable trascendencia del coso capitalino impone la temática global durante la anual feria de San Isidro.

El peso específico del ciclo de corridas no resiste discusión, todos los sentidos de la industria se concentran en Las Ventas para juzgar el nivel de las ganaderías que presentan sus productos y valorar la capacidad de los lidiadores que se someten al duro baremo de una afición variopinta que conjunta a los ultras del tendido siete que marcan el ritmo del comportamiento popular, con el curioso turista de los escaños de sol y con una mayoría que se agazapa y espera acontecimientos.

El abono madrileño permite vivir los extremos del espectáculo de un día para otro, del desagradable ir y venir de reses descastadas, con impresionantes cornamentas, incapaces de desplazarse e inapropiadas para la lidia; a tardes de gloria cuando el toreo surge y la plaza ruge de esa manera distinta, especial, sorprendente con la voz de veinte mil gargantas que responden al unísono al estímulo mayor de este efímero arte.

El caso es que aquí la fiesta de los toros se siente y vive de manera sin igual, única cabe decir; unos y otros llegan a la plaza con el objetivo común de ver torear toros serios y bravos y desde allí, lo demás es lo demás; es decir: el dejarse ver, el "famoseo", la moda, las relaciones públicas, la política, los negocios, los amigos, en suma, el estar allí.


Más allá del propósito de quienes habitan en las gradas, en el ruedo el reto es uno solo: triunfar. Para los toreros consagrados y para los que sueñan serlo, torear Madrid significa el compromiso mayor de su agenda anual, los primeros buscan justificar su caché y acrecentar su cotización, en tanto que los otros intentan llamar la atención de los dueños del aparato taurino.


Con la ilusión fija en el premio mayor los hombres que desfilan por el convexo arenal deben intentar ordenar primero y gobernar después una serie de complejas variables que dan lugar a que el triunfo sea la excepción de una durísima regla taurina que de manera implacable desluce prestigios, difiere planes y, en demasiados casos trastoca sueños juveniles en una fría y dura pesadilla.


Lo cierto es que actuar en Madrid es formar parte de una obra cuyo argumento se escribe una vez que ya se ha corrido el telón, los actores improvisarán la puesta en escena y el diálogo hasta llegar a un desenlace de último minuto que determinará el género de un espectáculo potente, seco, vital y bello.


Este año, la isidrada estuvo marcada por un hecho extraordinario que convirtió a Las Ventas en el medidor del pulso ciudadano tras el anuncio del Rey Juan Carlos I de su decisión de abdicar y trasladar la corona a su hijo; el sacudón encontró forma de expresión emocionada la tarde del pasado miércoles cuatro, cuando el monarca recibió una atronadora ovación que sintetizó el afecto y admiración de la gente que valora su tarea en especial a la hora del tránsito del período franquista a la democracia y en ella, el atinado manejo de las idas y venidas propias de una institucionalidad en proceso de maduración. 


Los madrileños que coparon el anfiteatro a propósito de la tradicional Corrida de Beneficencia, la  última que presidió "Su Majestad" endosaron al motivo central del reconocimiento la gratitud de los taurinos por la afición demostrada por Juan Carlos I en constantes presencias en el Palco Real, repetidas declaraciones a favor de esta actividad cultural y la calificación de la fiesta de los toros como patrimonio inmaterial, además de su manifiesta simpatía por los toreros. 


El Juli en su brindis supo decir en pocas palabras los sentimientos de la gente del toro: "Por ayer, por hoy, por siempre; eternamente agradecidos por dignificar nuestra fiesta".


La feria termina, el listado de triunfadores incluye media docena de nombres encabezados por un pletórico Miguel Ángel Perera que junto a un puñado de hombres alcanzaron la gloria de la puerta grande; en tanto que, por una u otra razón, un grueso padrón de lidiadores falló en el intento.


La plaza de Las Ventas ya cierra sus puertas mientras que en el Palacio Real se pulen el cetro y la corona, piezas celosamente guardadas desde la muerte de Alfonso XIII para en breve entregarlas a Felipe VI.  El San Isidro de este año resulta inolvidable, al fin y al cabo un rey no se marcha todos los días; al fin y al cabo, en Madrid lo inesperado sucede todos los días.


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