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Ferrera encandila al público de La México

Domingo, 27 Ene 2019    CDMX    Juan Antonio de Labra | Foto: Hidalgo           
Tras cuajar una faena de variado contenido al segundo de su lote

A veces se habla muy poco del toreo como una expresión artística en la que también cuenta mucho la capacidad interpretativa de quienes lo ejecutan. Y aunque en los toros nunca se muere de "mentirijillas", como reza la vieja frase dicha por Cúchares al famoso actor Julián Romea, lo cierto es que también es importante tener ese sentido del espectáculo que atesora Antonio Ferrera, que hoy encandiló a la afición capitalina y volvió a salir a hombros de la Plaza México.

Mientras el extremeño se cubría otra vez de gloria, una ambulancia se había llevado a Diego Silveti al hospital, herido no sólo en la pierna izquierda, sino en el orgullo, tras una tarde en la que, lamentablemente, no pudo mostrar todo lo bueno que había venido haciendo en provincia, salvo un quitazo combinado de satilleras y gaoneras, quizá el más estrujante y valiente de toda la temporada, de igual manera que Arturo Saldívar, que se marchaba por su propio pie del coso tras haber vivido una tarde aciaga por distintas circunstancias.

Así que la corrida tuvo tres historias bien diferenciadas, siendo la única feliz la que vivió Ferrera, que sorteó el lote más parejo en comportamiento y agradecido del interesante encierro de Villa Carmela, y aprovechó esa comunión con el público para disfrutar de su segundo triunfo en esta plaza.

Se agradece, desde luego, su voluntad de hacer una puesta en escena diferente a la habitual, y a partir de la lidia de su primer toro se notó que venía a darle gusto al público –que para eso están los toreros; qué caray, pensarán algunos–, y lo consiguió mediante una faena en la que toreó con tanto oficio como sentimiento.

Las tandas de muletazos sin espada y los distintos adornos, fueron el claro resumen de un trasteo alegre y variado, en el que se gustó en todo momento, y de haber estado fino con la espada hubiera abierto su espuerta para recibir el primer trofeo de la tarde. Pero un par de pinchazos hondos se lo impidieron.

Como Antonio se encuentra contento y feliz en México, no desaprovechó la oportunidad de aumentar el número de sus partidarios a esta orilla del Atlántico con una segunda y larguísima faena en la que porfió hasta el cansancio para meter en vereda al noble cuarto, un toro alto, sin ritmo en la embestida, que acabó embelesado en los vuelos de su poderosa muleta.

Y aunque sus procedimientos no se apegaron a la ortodoxia, pues citaba fuera de cacho, luego se metía el toro hacia adentro y se ajustaba una vez que los pitones franqueaban la pierna de salida para llevar la embestida muy toreada.

Una y otra vez repitió la fórmula, a la par que el público se deleitaba con esta forma de torear que, seguramente en algunas plazas de primera categoría de España –sobre todo en Madrid– le hubiesen reprochado. Pero como aquí la gente no está prejuiciada, y va a la plaza a sentir, a disfrutar, a divertirse, Antonio supo tocar su trasteo de ese sentimiento y así fue como caló en el tendido… toreando bonito; eso sí, con sello propio.

Cuando parecía que el juez de plaza Jorge Ramos se iba a mantener para no concederle una segunda oreja, acabó sucumbiendo a la petición mayoritaria compuesta por un público que gozó la puesta en escena del extremeño. Y a eso no hay que restarle ningún mérito.

Diego Silveti no acabó de centrarse con el tercero de la tarde, al que había cuajado ese quite de lujo, y la faena discurrió entre ciertos altibajos con un toro que tampoco acabó de entregarse, y que al final se fue a refugiar a la zona de tablas, delante del burladero de los picadores.

En el sexto, un ejemplar de menor trapío que otros –hay que decir que en este sentido la corrida fue desigual en presentación– el ambiente estaba a favor de verlo triunfar, y sólo en contadas series logró torear despacio, con temple, dejando media muleta muerta por la arena para enganchar aquellas embestidas con clase, de un toro descolgado y armonioso de hechuras, que tenía cadencia y se rebosaba en cada uno de los muletazos, más todavía por el pitón izquierdo.

Y Diego buscó torear tan bien y con tanta suavidad, que por momentos el de Villa Carmela le enganchó la muleta en el final de los pases y hubo quien se puso de parte del toro, hecho que obligó al torero de dinastía a intentar abrochar la faena con sus habituales bernardinas, siendo al primera tan ajustada que el ejemplar le levantó las zapatillas de la arena en una aparatosa voltereta.

A pesar de estar mermado de facultades y herido, Silveti, que no hizo un solo gesto de dolor ni se quejó en ningún momento, tuvo los arrestos de concluir esas valientes bernadinas en la que el toro le pasó de nueva cuenta a milímetros de la taleguilla, y de haber estado certero con la espada hubiese dejado otro sabor de boca entre la gente. Pero no fue así y algún sector del público acabó por recriminarle que no haya cuajado al de Villa Carmela como se esperaba.

Una pena que al final haya terminado así el paso de Diego por este Temporada Grande en la que no pudo ratificar el momento de madurez y buen toreo que había estado mostrando en varias plazas de la provincia. La enseñanza que resume este resultado es la dificultad tan enorme que entraña rayar a ese nivel todas las tardes.

Tampoco Arturo Saldívar consiguió redondear una campaña muy interesante en la que había apuntado una pasmosa seguridad en su anterior comparecencia, cuando estuvo muy serio y torero con los toros de Boquilla del Carmen en la corrida del domingo 16 de diciembre.

Su primer toro, el más bravo de la corrida, corrido en segundo lugar, no permitía errores, y fue muy exigente. Tenía una distancia precisa para arrancarse al cite, y otra más especial aún para repetir sus profundas embestidas, que sacaban lo mejor de su estilo cuando lo llevaba sometido.

El hidrocálido dio algunas series con reciedumbre, es verdad; pero no aprovechó del todo esas primeras series para poderle a un toro que se apagó pronto, quizá desmotivado de no haber tenido delante esa muleta mandona que le hubiera hecho embestir con continuidad hasta el final de su lidia.

Tal mala suerte tuvo hoy Arturo que el quinto, durante el tercio de banderillas, sufrió una extraña lesión que lo dejó inválido y hubo necesidad de apuntillado. Y como la tarde se le iba inédita, decidió regalar un toro de Xajay –que tenía el hierro de Villar del Águila– al que toreó con decisión y valor. Sin embargo, la aspereza del ejemplar queretano le impidió redondear el acabado de sus muletazos.

La larga jornada culminó sin que la espada de Arturo le permitiera salir airoso, y en cambio se fue cabizbajo y molesto, sabedor de que le esperan varios meses para volver a La México a demostrar que ahí sigue, como tantos toreros, en pie de lucha.

Ficha
Ciudad de México.- Plaza México. Decimotercera corrida de la Temporada Grande. Menos de un cuarto de entrada (unas 7 mil personas) en tarde soleada y un tanto fresca. Seis toros de Villa Carmela, desiguales en presentación y hechuras, de interesante juego, de los que sobresalieron el 2o. por su bravura; el 4o. por su nobleza, y el 6o. por su clase. El 5o. se inutilizó en el tercio de banderillas y fue apuntillado. Y uno de Xajay (7o., como regalo), bien presentado, de áspera embestida. Pesos: 463, 488, 502, 536,537, 536 y 528 kilos. Antonio Ferrera (tabaco y oro): Ovación tras aviso y dos orejas tras aviso. Arturo Saldívar (azul noche y plata): Silencio en el único que mató y silencio en el de regalo. Diego Silveti (espuma de mar y oro): Palmas y división tras aviso. Incidencias: Diego Silveti resultó herido en el 6o., y tras concluir la lidia pasó por su propio pie a la enfermería para ser revisado de una cornada en la enfermería de la pierna izquierda. Al finalizar el paseíllo se realizó un homenaje al director de la banda de la Plaza México, que dio una vuelta al ruedo. Destacó con banderillas Diego Bricio, que clavo dos excelentes pares al 3o. y lidió con temple al 6o. Y en varas, Alfredo Ruiz, que picó muy bien al 4o. y saludó una ovación en el tercio. También picó con gran experiencia Carlos Domínguez al 5o. En el 7o., Fernando García cuajó un soberbio par de banderillas.

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