Había que volver, ¡y de qué manera! El caballero ibérico, Diego Ventura, regresó a la plaza que le había dado la bienvenida hace más de un lustro; pese a no haber encontrado colaboradores a modo, en su lote de La Estancia, decidió regalar un burel de San Isidro con el que pudo lucir y ser reconocido por los asistentes a la corrida mixta; sensible afición que arropó a los tres alternantes.
Octavio García "El Payo" no tuvo suerte en el sorteo y Luis David sacó la casta con el sexto de la fría noche. Los toros de La Estancia: variados en presencia, tipo y juego.
Ventura abrió el festejo con su acostumbrado tesón, se vio confiado y empeñoso con un toro suelto al que fue llevando a la grupa y, luego, al estribo; el rejón de muerte provocó visible hemorragia, lo que amainó la euforia del público; no obstante, cortó la primera oreja.
El cuarto no tuvo un comportamiento muy distinto a su hermano; cierto es que hubo pasajes de lucimiento, los que no satisficieron al lusitano, echó mano de su entrega y anunció el regalo. Con el corrido en séptimo lugar, vino lo más aplaudido de la fría noche; un encastado ejemplar de San Isidro que dio concesiones para que brillaran caballos y caballero: arrastre lento para aquel y dos orejas para éstos.
Luis David dio muestras de su tauromaquia, tanto con el percal como con la franela; al tercero, de no pincharlo, lo habría mandado sin orejas al desolladero. El sexto, que fue despedido con tibias palmas en el arrastre, tuvo mejor lidia y el aguascalentense logró enardecer al tendido; dos orejas por tesonera labor y una letal estocada recibiendo.
El queretano Octavio García "El Payo" se vio recuperado de la cornada que sufrió diecinueve días atrás, en la corrida inaugural de la Plaza México; para su mala fortuna, enfrentó al lote con menos cualidades para que luciera su tauromaquia. El público de su terruño le exige, a veces de más, y el diestro se ve obligado a lidiar en dos frentes: el ruedo y el tendido. La buena noticia es que ha superado el percance.