Un "hola" y un "adiós" enmarcaron la expectante corrida de toros en el legendario coso de Cadereyta, que registró un entradón en los tendidos. La presencia del valenciano Enrique Ponce, quien reapareció ante la afición regia después de 15 años de ausencia y la despedida del regio Hernán Ondarza motivaron al público asistir a la plaza y disfrutar de un festejo en el que el tercer espada, Arturo Macías, salió a hombros al cortar las dos orejas a su primer enemigo.
Ondarza, que siempre se caracterizó por ser un torero de corte fino y honesto, puso fin a su carrera taurina de casi 30 años con una tarde que le dejara un sabor agridulce, ya que las condiciones de sus dos ejemplares, de Arroyo Zarco, poco le permitieron lucir en su última actuación en activo.
Ante su primero, "Rodin", pudo esbozar algunos buenos muletazos, dejando ver a la afición sus buenas maneras con capa y muleta. Al entrar a matar fue prendido y quedó a merced del toro en la arena que lo arrolló y dejó maltrecho. Pasó a la enfermería en brazos de las asistencias y regresó minutos después a la arena, solo para recibir una cerrada ovación en el tercio.
Su segundo, el de la despedida, fue infumable ante el pesar del diestro de no poder lograr la faena anhelada, mientras que en las alturas la Banda Municipal de Cadereyta entonaba las tristes notas de las golondrinas. Sus hijas y su yerno fueron los encargados de cortarle el añadido, en presencia de sus alternantes.
Con los de Barralva, Ponce vio la cara y cruz. Su primero le permitió ejecutar una buena faena, ante el contento general, cortando una oreja, mientras que su segundo se rajó y no tuvo un pase.
El valenciano decidió regalar un sobrero, de Arroyo Zarco, que resultó todavía peor, por lo que el gozo de los aficionados se fue al pozo.
Macías, quien había expresado que llegaban como "el arrimado del cartel", ante los motivos señalados, ya que le llevaban ventaja de sus alternantes, acabó siendo el triunfador ya que cuajó al único toro bueno del ganadero Fernando Pérez de Salazar.
"Arriero" se llamó este ejemplar y el hidrocalido salió en plan de "arrear" a sus compañeros de terna, logrando una faena alegre y vistosa con la capa y muy valiente y entregada con la franela, enmarcada por la "Pelea de Gallos". Mató bien y el juez Antonio Quiroga Escamilla le concedió las dos orejas que paseó en la triunfal vuelta al ruedo.
El sexto del festejo, falto de casta como sus hermanos, se rajó a las primeras de cambio y Macías tuvo que perseguirlo por todo el ruedo intentando sacarle un pase. Batalló para pasaportarlo pero al final logró su cometido.