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Chaplin y la tauromaquia

Viernes, 09 Feb 2018    CDMX    Quetzalcóatl Rodríguez | CC Tres Marías   
...Cuando alguien quiere ofender o denigrar a un torero...
Charlie Chaplin es la expresión matizada y sabia bajo estructuras cómicas, camino de un alma que nos comunica sus rebeldías, sus esperanzas, sus penas o su fe; creador de un esquema humano que no tiene nacionalidad, clase social, ni época alguna: lo más universal que ha ofrecido nunca el cine, su sombrero de hongo como un anhelo de dignidad y su mostacho como símbolo vanidoso, la chaqueta ceñidamente apretada y el bastón, son en su conjunto un gesto desesperado a la galantería y la elegancia.

En 1915 la casa productora Essanay lo contrata para realizar catorce películas de dos rollos, es decir, 600 metros de cinta; la película más ambiciosa de la serie Essanay fue su burlesque –parodia– "Carmen", en la que aparece con vestuario taurino sin haber presenciado una corrida de toros todavía; en palabras de Román Gubern se trata de "una parodia de las lujosas versiones de Theda Bara y Geraldine Farrar, con las que Chaplin se mofa de este presuntuoso Hollywood, incipiente reino de estrellas que ventila su mal gusto de nuevo rico".

En 1931, después de obras maestras como "El chico", "La quimera del oro" y "Luces de la ciudad", supone para Chaplin su plena consagración, es aclamado por los públicos y recibido por personalidades como Einstein y Gandhi; ese verano llega a España lleno de expectación y zozobra ante su próxima presencia en un evento taurino, emociones que explicó al novelista y poeta Tomás Borrás de la manera siguiente: "No tengo idea cómo pueda ser una corrida. Un hombre lucha con un toro (…) ¿cómo le vence?".

Aquello ocurre en San Sebastián el 9 de agosto, cuando en tarde lluviosa se lidian toros de Coquilla para Marcial Lalanda, Nicanor Villalta, Vicente Barrera y Manolo Bienvenida, todos los toreros brindan sus faenas al cómico, a cambio reciben pitilleras de plata afectuosamente dedicadas. Será el crítico taurino Maximiliano Calvo, mejor conocido como "Corinto y Oro", el encargado de recoger las impresiones que aquello causa en el gran personaje, que dijo lo siguiente: "El espectáculo más grandioso que he visto en mi vida (…) se juntan la belleza, la emoción, la crueldad, la maestría (…) verdaderos cuadros de una plasticidad emocional insuperable".

No pasó mucho tiempo en aquellos ayeres para que la influencia de Charles Chaplin apareciera en la órbita bufa del arte bravo, surgiendo en ruedos españoles los famosos "charlots", pues si Charlot representa el drama del espíritu incomprendido, nada más dramático que el torero fracasado ante la crueldad de un público que ríe de su miedo. Ante ello, empezaron a aparecer nombres como Carmelo Tusquellas "Llapicera", Antonio Bonafonte "Plomo", Demetrio Sancho "Botones" y más tarde el famoso Ramiro de Celis "El Bombero Torero", todos ellos dando brío al "charlotismo", creado a iniciativa del empresario Eduardo Pagés.

Cuando alguien quiere ofender o denigrar a un torero se le denomina "Charlot", como si detrás de estos cómicos hombres no se encontraran unos seres con conocimiento de la técnica, terrenos y una afición tan completa como muchos matadores de alternativa; en México cómo no mencionar a Mario Moreno "Cantinflas", siendo la admiración personal y artística el hilo conductor de ambas estrellas del celuloide.

Así, el espíritu cómico y crítico de Charles Chaplin se vinculó a las esferas taurinas sin beber de ninguna influencia previa, proyectando una personalidad, originando nuevas personalidades y proliferó un estilo de torear, dicho esto sin menoscabo de los estilos auténticos, perdurables y esenciales que se magnifican en el verdadero toreo.

A modo de conclusión puede decirse que algo pudo conmover la tauromaquia a las fibras estéticas y sensibles del mimo británico, es por ello que el filólogo y crítico Andrés Amorós nos recuerda el pasaje anecdótico: "su gran amigo Edgar Neville, escritor y director de cine, le regaló un fin de año una Plaza de Toros de juguete, con todos los muñecos de plomo, y Chaplin jugó toda la noche con ella para sus amigos, haciendo todos los papeles: el toro, el picador, el torero herido, el torero triunfador...".

Ante Charles Chaplin encontramos nuestro propio fantasma, nuestro espíritu que se convierte en espejo, nos vemos en él y nos reconocemos, de allí que se derive un mito moderno, por medio de Chaplin en la tauromaquia queda patente que la tragedia y la comedia van siempre de la mano.

Bibliografía:

Amorós, Andrés. "Charles Chaplin: Un gran espectáculo ya no podré pasar sin corridas de toros", en diario ABC, Madrid, 7 de enero de 2013, p. 56.

Borrás Tomás. "Charlot en los toros", en diario ABC, Madrid, 11 de agosto de 1931, p. 4.

Calvo, Maximiliano. "Crónicas de Corinto y Oro", Madrid, Compañía Iberoamericana de publicaciones, 1931.

Gubern, Román. "Historia del cine", Editorial Anagrama, Barcelona, 1969.


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