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Arturo Macías o el amor a una vocación

Martes, 21 Ene 2020    CDMX    Juan Antonio de Labra | Foto: LM   
Reaparecerá este domingo en La México tras la grave cornada de Madrid
Más de cuatro meses han transcurrido desde que Arturo Macías cayó herido grave en la plaza de Las Ventas de Madrid. Desde aquel 8 de septiembre, el valiente hidrocálido ha vivido un calvario. Y más que superar una lesión de dicha magnitud, como tantas veces antes lo ha hecho, este regreso a los ruedos es una demostración de carácter, de vocación.

Al margen de la necesidad de tenerse que ayudar con la utilización de una férula que de sostén y fortaleza a la pierna izquierda, Arturo tiene bien asumido su destino como torero, y quizá por ello no ha querido adelanta su reaparición en cualquier pueblo, para probarse, sino directamente en la Plaza México, el escenario que lo ha visto salir a hombros hasta en nueve ocasiones.

Por eso la corrida del próximo domingo reviste una importancia especial en su carrera, y será en el marco de un cartel muy bonito, al lado de dos toreros de relieve y distinta generación a la suya: Antonio Ferrera y Luis David, con una corrida de Villa Carmela.

Esta cornada sufrida por Arturo, la enésima que surca un cuerpo recorrido por costurones, reafirma su condición de samurái, esa misma con la que ha afrontado siempre su sino torero, y el precio tan alto que ha tenido que pagar para ser gente en esto del toro. Resulta innegable que, al cabo del tiempo, y esos casi quince años desde que tomó la alternativa en mayo de 2005, que ha sabido mantenerse vigente.

Y no sólo eso, también ha tratado de aprender, de no estancarse, de disciplinarse a tope, y de imprimir a su toreo esa otra forma de expresar que ha sido producto de los años de evolución y madurez.

Cuando el próximo domingo las manecillas del reloj de la monumental marquen las cuatro treinta de la tarde, Arturo, situado en el tercio, de cara al sol antes de hacer el paseíllo, habrá ganado una batalla más, y llevará con orgullo esa nueva condecoración en su pecho, la de saberse que aquel avispado toro de nombre "Chamorro", del hierro de Pallarés, no lo quitó de torero. Porque su moral está a tope, y la mentalización para afrontar este compromiso igual, con esa voluntad tan férrea que ha marcado su andadura en esta difícil profesión.

Por el contrario, esta cornada vino a reafirmar una profunda vocación que ha estado a flor de piel, todos estos años, en distintas circunstancias. En Arturo no sólo hay un hombre con valores y determinación, sino un torero que sabe bien donde está parado y el rumbo que se ha trazado. ¡Suerte, torero!


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