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Anecdotario de Giraldés: El desplante

Viernes, 10 Feb 2017    Tijuana, B.C.    Valeriano Salceda   
...El empresario, dolido porque Chicuelo II llevaba más gente a los...
Isidro Ortuño "Jumillano" intentó ser torero. Empezó a actuar en la década de los años veinte del siglo pasado. Estaba dotado de una clara inteligencia y así fue como entendió que carecía de las muchísimas cualidades necesarias… para ser uno más y no salir del montón. Así que prefirió quitarse.

Conocía a muchos empresarios, ¡quizá a todos!, ya que había pasado cuatro o cinco años pidiendo que pusieran su nombre en los carteles.

Volvió a verlos: "Conozco bien el medio; sé moverme dentro del ambiente taurinos, necesito trabajar y pienso que usted puede…"

De esta manera fue como empezó a desempeñar, cada vez con mejores resultados, las complejas y variadísimas labores relacionadas con la organización de los festejos taurinos. Trabajando para otros, aprendió el negocio y, al cabo de los años, llegó a ser un empresario destacado.

En 1952, su hijo, Emilio Ortuño, al que también apodaban "Jumillano", destacó y triunfó como novillero. Al año siguiente, surgió un novillero arrollador: Manuel Jiménez "Chicuelo II". Tenía un sólido valor, espantaba a los públicos y llenaba las plazas.

El empresario, dolido porque Chicuelo II llevaba más gente a los tendidos que su hijo, y cobraba bastante más, se soltó de la lengua y comenzó a decir tonterías: "Ése es un chalao, un charlot".

Chicuelo II y su apoderado, Enrique Callejas, enterados de los disparates que decía Emilio Ortuño, decidieron esperar el momento oportuno para manifestarse. Jumillano tenía varias plazas, una de ellas era la de Albacete y, obviamente, no podría dar la feria sin Chicuelo II, que era el torero de la tierra.

Jumillano se comunicó con Callejas: "Comeremos y hablaremos de las condiciones de contratación de su torero", le dijo.

Cuando Chicuelo II se enteró que Jumillano había buscado a su apoderado, le pidió a éste que le permitiera, por única vez, acudir a la cita y tratar con el empresario.

El día de la cita, el torero llegó una hora y media más tarde de la hora convenida por su apoderado con Jumillano, a lo que le dijo el empresario al verlo:

-Llevo aquí más de una hora esperando a su apoderado.

-Pues no va a venir… eso es lo que vine a decirle. Y me sorprende -afirmó el torero con cierta arrogancia- que un empresario de la categoría de usted, espere más de una hora al apoderado de un charlot…

Chicuelo II hizo una pausa y, antes de dar la media vuelta para macharse del restaurante, apuntilló:

-Pero me sorprenderá más que, habiendo dejándolo plantado, vuelva usted a buscarlo.

Jumillano se levantó apresuradamente de la mesa donde estaba sentado para ir detrás del torero, que ya había enfilado hacia la puerta. Aunque era un hombre soberbio, conocía bien su negocio y sabía que necesitaba contratarlo porque le iba a llenar la plaza dos tardes. Bien dicen que nadie está peleado con su dinero. Y en esa ocasión tuvo que tragarse aquel buen desplante.


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