Cuando era de esperarse que el ganadero Fernando de la Mora pusiera sus barbas a remojar (después de varios toros que le han protestado en la Plaza México en los últimos años), nuevamente mandó un encierro terciado que provocó el disgusto del público capitalino.

Apenas el 12 de diciembre pasado, el único toro devuelto de la Corrida Guadalupana fue justamente el que Fernando envió para ser lidiado por Octavio García "El Payo". Mes y medio después, la misma historia: varios de sus ejemplares fueron reprobados por el cónclave capitalino y uno de ellos fue devuelto. La condescendencia del público tiene un límite. Toros sin trapío y para colmo sin raza, sin bravura y sin transmisión.

¿Por qué mandar un encierro tan justo para ver si de casualidad pasa?, ¿por qué no mejor enviar un lote con el total convencimiento de que pasará? Si no estaba seguro de que sus toros cumplirían con los requisitos elementales, ¿por qué no se los quedó en la ganadería y esperó a venir a México en otra ocasión?, ¿por qué el juez Enrique Braun dio su aprobación?

Entre el "a ver si pasa" y el "por supuesto que pasa" media un abismo, y los responsables del petardo del domingo pasado lo saben perfectamente.

Lo peor es que De la Mora no sólo deslustra el prestigio de su ganadería, sino que le da un duro golpe a un espectáculo seriamente atacado desde afuera, que por momentos parece sostenerse con alfileres. Ahora más que nunca hay que hacer las cosas con seriedad y categoría.

Aniversario

El miércoles pasado se cumplieron 75 años de la célebre faena de Silverio Pérez al toro “Tanguito” de la ganadería de Pastejé en la vieja plaza de toros El Toreo de la colonia Condesa. El 31 de enero de 1943, el adalid sentimental del toreo mexicano alternaba con Fermín Espinosa “Armillita” y el toricantano Antonio Velázquez. Una faena de culto con ribetes de apoteosis.

El bienamado “Compadre” escaló las más altas cumbres de la expresión artística con aquel toro que había dado una maroma luego de clavar los pitones en la arena. Esa obra artística inspiró a Agustín Lara para componer el pasodoble “Silverio”, en el que exalta las virtudes del “Monarca del trincherazo”.

 En tanto se tenga memoria de la Fiesta, no se olvidará el sentimiento que el “Faraón de Texcoco” imprimía a sus fantásticos trasteos. Su toreo vagotónico, ingrávido, de efectos sedantes, estremeció a toda la afición y dejó una marca imperecedera. De su armonía interior surgía un toreo siempre sincero y acompasado.

Decanos

Tras la muerte de Ricardo Balderas, que era el decano de los toreros mexicanos, quedan varias leyendas vivientes: Eduardo Moreno “Morenito” (89 años de edad y 54 de alternativa), Jorge Reyna “El Piti” (88 años de edad y 65 de alternativa), Amado Ramírez (88 años de edad y 63 de alternativa) y Fernando Brand (86 años de edad y 63 de alternativa).

"Morenito" nació en la ciudad de Chihuahua en 1928 y se doctoró el 10 de marzo de 1963 en El Toreo de la Condesa, de manos de Manuel Capetillo y llevando como testigo a Diego Puerta con el toro “Norteño” de Valparaíso.

"El Piti" nació en San Luis Potosí en 1929 y recibió la alternativa en Ciudad Mante, Tamaulipas, el 30 de noviembre de 1952 con Fermín Rivera de padrino y Ricardo Balderas de testigo, ante reses de Rafael Arvide.

"El Loco" Amado llegó a este mundo en la Ciudad de México en 1929 y recibió la borla el 20 de noviembre de 1954 en Irapuato de manos de Fermín Rivera, con Guillermo Carvajal como testigo, con el toro “Andaluz” de Tequisquiapan.

Y Brand vio la luz primera en la Ciudad de México en 1931 y se hizo matador el 31 de octubre de 1954 en Colima, siendo su padrino Humberto Moro con el toro “Garabatero” de la divisa ya desaparecida de Garabato.

De ellos cuatro, “Morenito” es el sobreviviente de mayor edad y “El Piti”, el de más antigua alternativa.

¿Hay algún otro decano que los amables lectores me puedan recordar?