Luis David obtuvo un triunfo rotundo tras cortar tres orejas que fueron el pasaporte para salir a hombros en la corrida de este sábado en Juriquilla, Querétaro; donde alternó con Sergio Flores y Andrés Roca Rey que escucharon una ovación durante este festejo además de la participación del rejoneador queretano Santiago Zendejas. 

La entrega del aguascalentense logró trocar la sombra que los alternantes habrían podido arrastrar (tras la polémica de la Corrida Guadalupana en la Plaza México) por un halo de claridad basado en el buen quehacer con los avíos. 

Un cartel así confeccionado resulta, qué duda cabe, atractivo. Pese a que la primera noticia para asombro de la afición fue el cambio de bureles… anunciada una corrida de Los Encinos, la empresa había informado –con tiempo– que saldrían toros de dos dehesas: San Constantino y Fernando de la Mora; aparte del de Bernaldo de Quirós, para rejones. 

Fue cuando en el ambiente empezó a sentirse el espectro que había obscurecido la pasada tarde –del 12– en el coso de la colonia Nochebuena; y ni qué decir luego del derrumbe del que hizo primero en la lidia ordinaria y tuvo que ser devuelto a causa de los reclamos del cotarro.

Ello no obstó para que la afición casi agotara los papeles (unos tres cuartos de entrada) para acudir a Provincia Juriquilla; público que debió salir satisfecho por la entrega de los jóvenes acartelados. Luis David (blanco y plata) exhibió lo mejor de la tarde: variado con el capote (chicuelinas, gaoneras y hasta zapopinas rematadas con vistosa serpentina) y valiente con la muleta; el electrizante péndulo con el que inició el trasteo a su segundo es otra muestra de lo dicho, prueba de ello el consagratorio griterío de "¡torero!, ¡torero!" que inició el público del tendido de sol. Ambos enemigos fueron despedidos con estocadas recibiendo… dos orejas y otra más en su segundo.

La madurez le llegó al joven tlaxcalteca que no podrá olvidar sus inicios como novillero, hace algunos ayeres, en el mismo ruedo. Si entonces Sergio Flores (azul pavo y oro) pudo mostrarse, esta tarde en Juriquilla nos hizo degustar el buqué de la maduración: toreo sereno, con personalidad. Su primero, simplemente se derrumbó; los aficionados del tendido cálido se arrancaron en pitos para que el inválido fuese devuelto, el juez Manolo Garrido cumplió al regresarlo a los toriles.

Como casi toda la corrida, sus enemigos apenas fueron castigados por los del castoreño; el tlaxcalteca es como aquellos vinos con solera: sale a dar vigor a los nuevos. Sus dos faenas fueron de características diversas, pero en ambas mostró que el añejamiento viene con los años; los toros pedían una lidia y él, con paciencia, supo entenderla.

 El primero fue tratado con tan fino trasteo, que hasta confundió a la autoridad que mandó un protestado arrastre lento; su segundo, aquerenciado en tablas, fue sobado en esos terrenos; sitio en el que culminó la faena. ¡Ah!, de haberlos matado bien…

El peruano Andrés Roca Rey (caña y oro) continúa obediente a su concepto de tauromaquia; antepone el valor y la temeridad, principios que acompaña –cuando el toro lo permite– con temple y variedad. Para su mala fortuna, esta tarde no tuvo cooperación de sus astados. Pese al deslucido embestir de su primero, arrancó los primeros "olés" del público con estatuarios sin mover las zapatillas; el segundo no fue mejor y, pese a su esfuerzo, solamente le ayudó a escuchar esporádicas muestras de reconocimiento por esforzada labor.