Banners
Banners
altoromexico.com
Banners

La garra de Garrido

Domingo, 14 Ene 2018    CDMX    Juan Antonio de Labra | Foto: Hidalgo           
El torero extremeño rayó a buen nivel y cortó una oreja en La México
La corrida de Arroyo Zarco resultó ser un complicado examen para los toreros. Y quizá nadie se lo esperaba, pues esta ganadería se ha dedicado a criar toros nobles y "fáciles", si acaso cabe esta expresión, pues un toro nunca es fácil, como quiera que salga. Vamos, ejemplares hasta cierto punto dóciles y con calidad, que han propiciado triunfos importantes, sobre todo en plazas de segunda y tercera categoría.

Pero ahora fue todo lo contrario. Al ruedo de la Plaza México saltaron a la arena tres para sudar la ropa y pasarlo francamente mal: cuarto, quinto y sexto, pues desarrollaron sentido y fueron chungos. Provocaron miedo. El único realmente bueno fue el tercero, por su encastada bravura. Y tal vez el primero, que tuvo transmisión y duró poco, pero cuyo trapío desmerecía. Así que no hubo mucha opción para lucir. 

Con ese exigente tercero, José Garrido rayó a buen nivel técnico y artístico desde que se abrió de capote. Dominador y recio se vio el extremeño, cuyas maneras recuerdan a las de Morante, aunque con un sello que tiende más a la reciedumbre, sin estar ausente de chispazos artísticos que entusiasmaron al público de esta plaza, siempre sensible a esos detalles de arte.

Y poco a poco, con mucha seguridad, Garrido se fue imponiendo al castaño, que tenía matices en su encastada embestida. Ahí, en las rayas del tercio, asentado en las zapatillas, con un estilo más próximo a la escuela rondeña, José le dio varios naturales profundos y de trazo largo, obligando al de Arroyo Zarco a entregarse.

La gente se fue metiendo en la faena al tiempo que el torero se regodeaba en los muletazos, que tuvieron hondura y clasicismo. ¿Se puede pedir más? Faena sobria y medida, por concisa y torera, que abrochó con unas bernadinas que, dentro de la espectacularidad de esta suerte de adorno, también buscó ejecutar con la misma sobriedad con la que había estado toreando.

La estocada cayó trasera y desprendida, aunque Garrido se había echado encima del morillo del toro una vez que éste decidió igualar las manos cuando comenzó a defenderse, ya en la última parte de su lidia. Y si el juez de plaza tardó en conceder el trofeo fue por esa mácula en la colocación. A la postre, la decisión mayoritaria se impuso y no quedó más remedio que atender la petición de público. Así se hace. Y no de otra manera. El reglamento es claro en dicho sentido. Ojalá que todos los jueces de plaza tuvieran esa misma flexibilidad.

Teniendo ya la puerta grande entreabierta, Garrido trató de venirse arriba a pesar de que el quinto sacó guasa. Pero no fue posible porque el de Arroyo Zarco se rajó en cuanto se sintió podido y acabó huyendo para refugiarse en el mismo terreno donde Juan Ramón Saldaña le clavó dos pares de banderillas con mucho arrojo, inclusive dándole ventajas que el toro no le iba a agradecer. Bien por el Secretario General de la Unión, que así, con el ejemplo, es como se demuestra carácter para inspirar a todo el gremio.

El primer toro de la corrida hizo albergar ciertas esperanzas que al cabo de los minutos se diluyeron. Aquel "zapatito" tuvo transmisión y se empleó con emoción en los primeros compases de la faena de Diego Sánchez, que estuvo centrado y valiente, pero que, por desgracia, no alcanzó a mostrar la proyección que tiene.

Es de aplaudir la entrega con la que ejecutó la estocada, dando el pecho, a pesar de que la espada no quedó en el mejor sitio posible. Con esa sensación que había dejado el hijo de Luis 
Fernando se esperaba con interés la lidia del sexto, el segundo de su lote.

Mas la esperanza de remontar una tarde cuesta arriba se nubló de inmediato cuando el colorado que cerró la función dejó entrever que tenía muchos defectos y se convirtió en un marrajo, como solían decir los revisteros antaño, aludiendo a ese tiburón del mediterráneo que tiene fama de fiero. Y no había nada por hacer sino abreviar, que así fue lo que hizo el joven torero hidrocálido al que, seguramente, ya darán una nueva oportunidad.

Fue una lástima que tampoco Ignacio pudiera hacer prácticamente nada durante toda la tarde, salvo en los suaves lances al segundo toro de la corrida, al que lidió con soltura en una faena valiente.

El cuarto fue otro galimatías desde que apareció por toriles. Hizo algunos peligrosos extraños ante el capote de Garibay, que pasó un trago amargo con la muleta cuando el toro tiraba tremendas tarascadas y se quedaba corto. Así, ni el que inventó el toreo.

Si Fernando Pérez Salazar está intentado encastar su ganadería, tendrá que ir depurando aquellas vacas cuya bravura degenere en genio, empezando por enviar al rastro a las madres de los últimos tres toros, y luego echar mano de esas líneas que le han dado calidad a su torada para encontrar un sano equilibrio entre lo que tenía y lo que está buscando. Se dice fácil, pero ahí está el cariño, la dedicación y el esfuerzo que han puesto a lo largo de tantos años. Es debe ser siempre su aliento.

Ficha
Ciudad de México.- Plaza México. Novena corrida de la Temporada Grande. Unas 6 mil personas en tarde soleada y fría, con algunas ráfagas de viento. Toros de Arroyo Zarco, desiguales en presentación y juego; varios de los cuales fueron muy complicados. Sólo destacó el 3o., por su bravura. Pesos:  477, 502, 476, 477, 535 y 525 kilos. Ignacio Garibay (plomo y oro): Silencio en su lote. José Garrido (sangre de toro y oro): Oreja y silencio tras aviso. Diego Sánchez (malva y oro): Palmas tras ligera petición y silencio. Incidencias: Sánchez confirmó con "Brillante", número 230, negro bragado, con 477 kilos. Sobresalió en banderillas Diego Martínez, que saludó en el 2o. Y en varas, Erik Morales, que picó con arrojo al 4o.


Comparte la noticia


Banners
Banners