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Apasionada tarde de toros en Pachuca

Domingo, 17 Feb 2019    CDMX    César Montes | Foto: Juanelo Cervantes          
Diego Ventura cortó tres orejas, por tres y un rabo de Luis David
Apasionada, y como pocas veces, con un desbordado triunfo, resultó la tarde de hoy, la corrida celebrada en la monumental pachuqueña, de corte goyesco, que también, pese a la predisposición de la gente, hubo triunfos importantes y clamorosos, de una terna que estuvo entregada de principio a fin, en un festejo que resultó largo, pero que deja un gran ambiente para el futuro.

Pese a los pronósticos (por los elevados precios de los boletos), y que era fuera de feria, la gente respondió, y es que también llegaron aficionados de otras regiones, sobre todo de la capital del país, que, por alguna razón, trae una influencia y predisposición hacia el maestro valenciano Enrique Ponce, que no se comprende del todo, pero que hoy se vio de manera marcada.

Y hoy también, el ganadero y matador en retiro Javier Bernaldo ha tenido una importante reaparición en el ruedo hidalguense; primero, lidiando un encierro bien presentado, y en segunda, porque mandó toros que permitieron el toreo, aunque no precisamente bravos, y sí con edad. Los hubo con nobleza, y otros, con voluntad, que ayudaron a que fuera una tarde redonda y que el público disfrutara del toreo, dando una vuelta al ruedo en el segundo toro de Luis David, su criador.

Entrando en materia, se trataba de la tercera tarde de Luis David en la capital hidalguense, y lo que hizo en ambos toros se lo tomó en serio, haciendo toreo bueno en su lote. Lidió de salida a su primero, que fue incierto en los primeros compases de la lidia, pero después tuvo una embestida en los que el torero se acomodó.

Pero el triunfo clamoroso vino en el sexto. Primero lo llevó con chicuelinas al paso al caballo, donde cumplió y recibió el castigo justo la res. Luego de un tercio de banderillas no muy lucido, con la muleta, ante un animal que hizo amagos de quererse refugiar en tablas, el tesón y la sapiencia le hicieron enseñarle que había que seguir el engaño, por lo que logró una faena antológica: es decir, de muletazos de "ir y venir", por la importante fijeza que tuvo el de Bernaldo de Quirós.

Hubo ayudados así de largos, otros en redondo, y en algún momento en el que la res se entregó y repitió con calidad, la gente se rompía las manos en aplaudir. En otros pasajes quiso irse a refugiarse a tablas el astado, cosa que el grueso de la gente no vio, por lo que, absurdamente, comenzó a pedir el indulto.

El torero quiso "seguir la corriente" de dichos despistados, pero el juez, muy atinadamente, le dijo que había que matarlo. Entonces, Luis David se perfiló, y lo mató de una estocada entera. El toro rodó enseguida y aquello fue un clamor y se pidieron los máximos trofeos.

No se puede afirmar categóricamente si en conjunto aquello era para haber concedido un rabo, pero el juez lo dio y el respetable se entregó, en tanto que el torero mandó llamar a que lo acompañara el ganadero a dar la vuelta al ruedo.

El segundo triunfador casi no se puede mencionar, en el sentido del grado de perfección que ha adquirido. Se trata del rejoneador, cavaleiro y caballista Diego Ventura, que luego de haberse presentado en esta plaza en el año 2011, y que las cosas no le habían rodado como él hubiera deseado, hoy vio la otra cara de la moneda: es decir, le salieron dos toros para pintar, deletrear y antologar el toreo a caballo que raya en un punto que se llama perfección, tan difícil de llegar y adquirir en este plano terrenal. Quizá esto suena exagerado, pero para quien lo ve y lo siente, acordará en esta consigna.

Ante su primer enemigo, un toro distraído de salida al que castigó poco, apenas con un rejón, y al que intentó "convencer", en el tercio de banderillas en cambio, vino el clamor, la entrega, porque el jinete intentó, y logró,  momentos cumbres, como galopes a dos pistas estrujantes y arrebatadores. Emocionó con caballos entregados, en los que "pintó" banderillas de frente, pegándole "pases" con el pecho de las jacas, auténticos "muletazos"; así lo entendió la concurrencia, que se le entregó.

Sobó, sometió y consintió al toro, que si bien es cierto le faltaba el punto de bravura, en cambio lo tuvo la pizca de la voluntad y la nobleza, circunstancia que aprovechó el de a caballo, porque tuvo pasajes de perfección al irse de frente, de impecable técnica e inefable belleza.

Luego, y por otra parte, al entendido en la materia, le habría gustado ver mejor que en las banderillas cortas se hubiera ido de frente, ya que las dejó a la media vuelta. El hecho se pasa pues luego clavó un par en los medios a dos manos, que desbordó en entusiasmo al respetable. Mató de estocada apenas trasera, que causó una hemorragia profusa en la res, por lo que hubo algunas protestas, así que, luego de guardarse el trofeo, dio una aclamada vuelta al ruedo.

El segundo de su lote parecía que su contenido era mejor. Igualmente lo pasó con un solo rejón, por aquello de que durara más y su "interior" desarrollara. Hoy en día, los caballos y el nivel de equitación de los jinetes, están en un punto insuperable, como precisamente lo hace este rejoneador.

Pareciera que la res, a "su aire", iba a alcanzar a un potro con gran expresión que sacó Ventura, con el que hizo nuevamente galopes a dos pistas, y con el que apenas rematando con una reverencia había sido suficiente para demostrar su vasto conocimiento como equitador.

Se fue a clavar un sesgo, que la gente le ovacionó con una entrega apenas conocida. Tuvo la voluntad y la entrega de la asistencia en un puño, en una mano, para que luego solo faltaba que matara bien, o medianamente bien, y obtuviera los máximos trofeos, pero no, falló, y no una, sino tres veces con el rejón de muerte. Echó pie a tierra. Descargó tres golpes con el descabello. Más que lamentárselo el jinete, se lo lamentó el público, que quería premiarlo luego del enorme regalo que representa el bien torear y que tan pocas veces se ve.

El premio fue una pobre salida al tercio, por lo que Diego no se lo pensó mucho y decidió regalar un toro, aunque su administración no le ayudó en buena parte, ya que le trajo un toro con hechuras y comportamiento de morucho, del hierro de José Julián Llaguno.

El maestro se fue a la puerta de toriles a recibirlo con la garrocha, pero acaso apenas lució, pues la res salió distraída, sin fijeza y con apenas voluntad para seguir la cabalgadura. A diferencia de los toros que le tocaron en suerte, a éste sí le clavó dos rejones de castigo.

El animal pareció en algún momento que colaboraría, pero después se defendió, se paró y esperó el embate de los caballos, que aun así, a esas alturas de la tarde-noche, la gente le reconoció la voluntad del jinete. Dos banderillas cortas la violín y una a la media vuelta coronaron su labor, para luego dejar un rejón apenas trasero, pero que como nadie lo vio, se pidió un trofeo para el torero de a caballo. El juez, que había estado acertado toda la tarde, por alguna extraña razón, decidió "de pilón" regalarle un segundo trofeo, que para esas horas, un despistado e incomprensible público, no protestó.

Caso aparte es el del maestro Enrique Ponce. Como apunte hay que decir que, un día, el periodista español José Luis Suárez-Guanes refirió que: "Ponce tiene un pequeño gran defecto: que todo lo que hace lo hace tan bien, y lo hace ser perfecto, y eso la gente no se lo perdona". Esta tarde fue el caso. Si bien no ha tenido una regularidad y tradición representativa para el de Chiva en Pachuca, no tampoco es un desconocido, y el hecho de que haya hoy haya venido gente "de fuera", le puso en una situación de pronto en la polémica propia de un torero de su categoría: a favor, y en contra.

El primero de su lote salió queriéndose emplazar, había que moverlo; así lo comprendió el banderillero Gustavo Campos, quien le pegó un par de capotazos, el astado acometió con movilidad, pero luego arremetió en tablas, lo pasaron mal y se lesionó el animal el pitón izquierdo. Había que regresarlo. Catorce minutos dilató la operación de intentar regresar a la res a los corrales mediante la ayuda de los cabestros, que parecía eran de caricatura, pues el animal no les hizo caso nunca, siempre avisado con los cabestreros y torileros que intentaron conducir a los mansos.

Se optó porque el toro fuera despachado en el ruedo. Pero entonces salieron los picadores y menuda bronca hubo al juez, que por más que hizo señas mandó órdenes a través de las trompetas, nadie le hizo caso. Tomó, pues, la muleta Ponce, que le quiso pegar pases. Otra bronca. Luego lo pinchó en dos ocasiones antes de recetarle una estocada certera. El animal no fue malo, pero para ambos, por lo que haya sido, hubo pitos. Vaya.

Recorrió turno el torero valenciano, y se enfrentó a un toro que tuvo "tres pases y el remate". Así. Acometía con la cara a media altura, tenía cierta obediencia, pero le faltaba ese punto de bravura para durar y seguir el engaño. Ponce, sabedor de la lidia de cada toro, lo entendió, y le pegó los pases justos en las tandas justas de un ejemplar que por momentos algunos espectadores quisieron creer que fue bueno, pero de todas maneras, lo reconocieron con fuerza.

Y el torero disfrutó lo que alcanzó a hacerle a la res. Lo mató de una estocada con la que tardó en doblar. Fue una labor de oreja, pero quedó en que el público apenas lo sacó a recibir una ovación en los tercios, luego de que, en un hecho inédito, dos protestantes de los llamados antitautinos, por primera vez en la historia de esta plaza,  saltaron al ruedo a corriendo, con unas cartulinas alusivas al caso.

A su segundo, un astado muy en el tipo del origen de esta vacada, apenas lo probó con el percal, dada la salida incierta que tuvo la res, y que con el que tampoco pudo concretar el quite que intentó, que también, hay que decirlo, apenas recibió un puyacito. En su calidad de maestro, e inspirado, metió en la muleta a un animal que tuvo su renuencia a seguir el engaño, y que hay que consignarlo, como cualidad del burel, fue la fijeza.

El trasteo se desarrolló en los tercios, y ahí se escribieron los pases que se guardaron en la memoria, con empaque, con la plasticidad conocida por el torero, y con una largueza que el animal no tuvo en un principio. Hizo vibrar a la asistencia con ayudados que fueron de aquí hasta allá, cuando después el toro vino a menos, que parecía también tuvo una actitud de protesta, ante el poder de sometiendo del diestro. Lo mató de estocada caída, que el público no se lo perdonó, pues la protestó, pero por otro, hubo un sector que pidió el trofeo, que fue concedido.

Ficha
Plaza de toros monumental "Vicente Segura", Pachuca, Hgo. Corrida extraordinaria. Goyesca. Casi tres cuartos de entrada (unos 7 mil 500 espectadores), en tarde soleada, de agradable temperatura. Siete toros de Bernaldo de Quirós (el 2o., sobrero sustituto de uno que se despitorró), todos bien presentados, manejables en su conjunto, de los que sobresalieron 1o. y 4o. lugares, así como el 6o., que tuvo leve petición de indulto y recibió arrastre lento. Y uno de José Julián Llaguno (7o., como regalo), deslucido y de escaso juego. Pesos: 550, 480, 500, 510, 520, 505,  490 y 475 kilos. Diego Ventura (gris acero y azabache): Oreja, ovación y dos orejas en el de regalo. Enrique Ponce (azul eléctrico y oro): Palmas y oreja con algunas protestas. Luis David (blanco y azabache): Oreja y dos orejas y rabo. Incidencias: El 2o. toro se partió un pitón y el juez ordenó su devolución, pero no se pudo llevar a cabo, inclusive con los cabestros, de tal forma que se tomó la decisión de darle un puyazo antes de que Enrique Ponce le diera muerte. Luis David dio la vuelta al ruedo al final de la lidia del 6o. acompañado del ganadero Javier Bernaldo. Sobresalió en banderillas Gustavo Campos, por el primer par colocado al 2o. A la muerte del primer toro del lote de Ponce, saltaron dos activistas antitaurinos, que fueron capturados y puestos a disposición de las autoridades por desorden público. La banda de música fue removida de su lugar habitual y se colocó al lado del palco del juez de plaza.


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