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Historias: Campos Licastro

Miércoles, 25 Abr 2018    CDMX    Francisco Coello | Foto: Negrete   
"...los esfuerzos que entregó para salvar vidas..."
Este día toca recordar al doctor Xavier Campos Licastro (Ciudad de México, 25 de abril de 1920-30 de mayo de 2005), al cumplirse 98 años de su nacimiento. Digno ejemplo de un profesional que comenzó sus labores en 1943, desde su paso por los hospitales más modestos, como la “Cruz Verde” o el “Rubén Leñero”, hasta otros tantos de encumbrado renombre.

Profesor en varias instituciones universitarias, también fue integrante de diversas Sociedades, tuvo a bien darle forma a un caro anhelo: crear la Sociedad Internacional de Cirugía Taurina durante 1974 en la que, con los años, se convirtió en Presidente Honorario Vitalicio. 

Su labor acumula varias páginas y a ellas los reconocimientos, nacionales e internacionales. Como fruto de las casualidades, sucede su acercamiento al mundo de los toros, del que ya no se separará. Dedica a este gremio gran parte de sus esfuerzos a la atención y cura de heridos en sus distintas escalas. Allí están, en la memoria los esfuerzos que entregó para salvar vidas como las de Antonio Lomelín o Manolo Martínez.

En 1976, y con motivo de un viaje a España para participar en uno más de los Congresos de Cirujanos Taurinos, hubo un momento en que el doctor Guillermo Jiménez Olaya, jefe de los Cirujanos Colombianos, se paró y dijo: “Deseo pedir a todos que declaremos al doctor Xavier Campos Licastro como el mejor Cirujano Taurino del mundo".

“Quedé anonadado –recuerda Campos Licastro-, creí que Guillermo había dicho demasiado, no quería ni levantar la vista, no sabía cómo tomarían eso aquellos nuestros anfitriones; sin embargo, levanté la vista y fue mi más grata satisfacción el ver a todos los cirujanos, principalmente a los españoles, de pie y aplaudiendo. Creo que ese ha sido mi momento de mayor felicidad en la cirugía taurina. Había triunfado en Madrid, nada menos”.

Fue autor de tres célebres libros: "Traumatología Taurina" (1974), "Mi uniforme blanco" (1984) y "Sólo… cincuenta años de operar toreros" (1997), donde despliega su conocimiento, y pone en valor los casos más notorios que pasaron por sus manos, incluyendo anécdotas, recuerdos; e incluso buenos y malos momentos que todo profesional experimenta a lo largo de su vida.

Puso en práctica nuevas técnicas que cambiaban el sentido de las intervenciones quirúrgicas las cuales, en sus comienzos causaron polémica y hasta desacuerdo entre aquellos toreros que por años se sometieron a heridas de “guerra”.

En otros tiempos, y con eminencias como Javier Ibarra o José Rojo de la Vega, se practicaba una técnica quirúrgica basada en el retiro de tejidos necróticos, reparaciones de músculos, aponeurosis, vasos sanguíneos, arteriales y venosos, drenajes rígidos a través de la herida por cuerno de toro y diferir el cierre de las mismas por temor a la gangrena gaseosa. 

Campos Licastro, por su parte, la renovó aplicando métodos que consistieron en la incisión o excisión (técnica de Frederich), es decir, recortando los bordes traumáticos de la herida por cuerno de toro para hacerla herida quirúrgica), y cerrando la “cornada” de primera intención con puntos de sutura, dejando drenajes suaves por el contra abertura con penrose.

Ese quehacer, de tanto practicarlo, logró crear confianza y ponerse en las manos del eminente cirujano significaba certeza y garantía.

Evidentemente fue un personaje que, al ocupar un sitio que quedaba en la atención de todas las miradas, creó un halo de protagonismo que originó opiniones en pro y en contra.

Pero lo hecho, hecho está y hoy, a 13 años de su muerte, es de agradecer la construcción de diversas instituciones que, desde luego necesitan consolidarse, sobre todo ante hechos tan lamentables como los ocurridos el domingo pasado en Pachuca, Hidalgo.

Y es que la opinión de varios amigos que asistieron al festejo me llega con toda la fuerza de su indignación.Mira, me dijeron, la enfermería se encontraba en auténtico estado de desolación, sin los implementos básicos e indispensables para atender un caso de emergencia, sobre todo con un cartel de ocho toros, en dos de los cuales intervinieron forcados”.

Entonces, todavía con más dudas me dijeron “Si los toros para el rejoneador estaban arreglados, ¿con el resto pasaría lo mismo? El hecho es que en el burladero de los “Médicos Taurinos”, sólo estuvieron presentes varios paramédicos, y sólo había una persona con bata blanca, aunque ignoramos si había o no alguna ambulancia disponible”.

“Podrán darnos una razón honesta tanto el juez de plaza, como las autoridades estatales; e incluso la empresa debido a la notoria ausencia de los médicos de plaza -terminaron de comentarme-, pues consideramos que en eso hubo un extraño proceder que solo afecta a los toreros, pero que reduce la calidad, minimizando los esfuerzos que día con día se hacen para recuperar la imagen en el espectáculo de los toros”.

Retomando el motivo de esta efeméride, diré que estamos ante el doctor Xavier Campos Licastro, médico eminente que dejó una estela de recuerdos y una escuela que debe seguir siendo ejemplo de cómo, ese humanismo es capaz de salvar vidas. Vayan para él y a todos los que eligieron tan hermosa vocación, los máximos reconocimientos.

Hoy día, personajes como el doctor Jorge Uribe Camacho quien continua al frente del Capítulo Mexicano de la Sociedad Internacional de Cirugía Taurina, con un trabajo constante, sobre todo atendiendo los servicios médicos de la Asociación de Matadores de Toros, Novillos, Rejoneadores y Similares. Lo anterior, permite seguir velando por la salud de sus agremiados, así como de la revaloración que supone el digno papel profesional de los médicos taurinos en todas las plazas de toros de este país. Tan es importante el juramento de Hipócrates, básicamente por el fundamento ético con profundas obligaciones morales que contiene, como por su ejercicio abierto a todos los pacientes que llegan a sus manos, en especial, los toreros.

Vaya nuestro testimonio de reconocimiento al doctor Xavier Campos Licastro.


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